Al amanecer del 1 de julio el autobús lleva en su barriga sombrillas publicitarias, cajas con bocadillos y refrescos vulgares. Me esperan (hoy de vacaciones, claro), salimos y paramos en un lugar inexistente, sin calles, sin un código postal. No sé si existen sus habitantes, pero salen de esas chabolas inmundas –al menos por fuera- y suben al vehículo y además dan los buenos días (algunos de mis vecinos no).
El joven conductor del bus observa el pasaje, y tal como lo piensa lo dice: ¿qué hacen a bordo gitanos tan gitanos junto a pijos con politos sin fronteras? (como el mío). Se lo explicamos; acompañamos a la playa al grupo de familias de barriadas marginales sevillanas como ésta, que viven bajo el puente de San Juan de Aznalfarache. Será un día, unas horas más bien, junto al mar y las olas. El chófer –Joaquín- lo entiende y sonríe. ¡qué tío más enrollao oye!
Jorge Morillo, responsable de la Asociación Educar en la Calle, educador y organizador de estas refrescantes excursiones pone el vídeo ‘institucional’, hecho en El Vacie hace algunos años, y que muestra, con fondo musical de flamenquito camaronés las duras condiciones de vida de estos núcleos chabolistas sevillanos, pero también el trabajo que hace con los niños, enseñándoles a jugar al fútbol y a aprender los valores del deporte. Jorge dice que con ellos no trabaja nadie….
Hay sorteo de regalitos publicitarios; triunfan unas chanclas del Betis sin lopera, pero también hay camisetas y gorras de Cajasol. A mí me toca una casita de plástico, que me recuerda a la Rue del 13 Percebe, cosas de mis tiempos….
Llegamos a Cádiz y vamos del tirón al Ayuntamiento. Antes me convierto en guía turística micro en mano, con lo que me gusta a mí este Cádiz. Los Scanners (bueno, detectores) en la recepción de la casa consistorial revelan que estos gitanos son buena gente, aunque tal vez alguno esté en busca y captura… y los policías locales sonríen, como la ciudad. Todos al salón regio, recibe el concejal de Asuntos Sociales y finaliza el acto con la alcaldesa. Hay que agradecerles su tiempo sin duda. Me pregunto qué pasará por sus cabezas morenas tras escuchar a estos ediles peperianos....
Hago mi trabajo: atiendo al gabinete de prensa municipal y a los fotógrafos que cubren la noticia. Los niños reciben chuches (esta vez no se le olvidó al ayuntamiento). Hay que coger el autobús rápidamente que espera. ¿por qué no dar una vueltecita a Cádiz en ochenta segundos?. Pues no, dice el conductor que no cabe bajo las murallas de San Carlos, otro día veremos La Caleta.
Les explico que acamparemos en el mejor sitio de la playa: dónde están los servicios, los chiringuitos, los botiquines, y …la policía. “¡Mejor no, dicen ellos! Esto último no es necesario”….. Antes de bajar del bus, reparto de sombrillas, bocatas y refrescos por familia, esto sí que es gestión de la crisis, aprende, Zapatero.
Alguien sale de un bar –, encargado y camarera- y comentan que esos bocatas los pagamos entre todos.! ¿no pagamos también los coches oficiales y las comilonas de los políticos?
Desfile organizado por las pailas al entrar en la mejor playa del sur; ellas, ellos y sus hijos. Pinchado de sombrillas, extendido de toallas descoloridas, y….. descubro colgado del brazo moreno y redondo de una gitana un canasto, un modesto y limpio canasto forrado, como los de antes, los que se llevaban a merendar al campo. Estos gitanos son de campo abierto en Sevilla.
El canasto lleva de todo: pollo frito, filetitos de cerdo, pimientos asados, todo ello en unas fiambreras de aluminio, como las antiguas y con unos paños de cocina limpios. Me invitan a probar el pollo, que estaba riquísimo. Hoy ellos me han pagado la comida, se lo diré a los impertinentes del bar….
Mientras les agradezco su generosidad, los gitanos presumen de laboriosidad, pues tuvieron que preparar las viandas ayer por la noche, eso para ellos es una excepción, para mí lo normal.
Baños y espuma para niños y mayores. Las gitanas no se bañan, solo mojan sus largas faldas estampadas; hoy la playa está genial, sin viento alguno y con marea baja. A las cinco todos al autobús, quieren visitar la tumba de Camarón en San Fernando. Pero llegan a La Isla y está cerrado el cementerio ya con horario de verano. Lástima, era su gran ilusión. Otra vez será.
Vuelta a casa, vuelta al calor, vuelta al polverío de un solar inmundo, vuelta a la inexistencia. Pero ya tienen algo que contar este verano. La Fundación Telefónica sufragó su excursión. Y ellos aportaron un canasto lleno de filetes, de pan, de cuchillos mohosos pero en uso, y de paños descoloridos pero limpios. Realmente, el pasado jueves, entre tanta marginalidad y pobreza, un canasto consiguió emocionarme. Al menos para la gastronomía, es el principio de una cierta dignidad.
4 comentarios:
Un corazón tan grande como el horizonte que se abarca desde la Caleta gaditana.
¡Ay!, si tan solo un 10% fueran como tu.
Bueno no sé quien eres, pero muchas gracias por tus palabras...
Pues a mí no me ha emociondo tanto el canasto, sino tus palabras y tu gesto. Mi reconocimiento. Espero que podamos vernos pronto.
Gracias en nombre de la dignidad.
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