La crisis dispara los pequeños hurtos en los supermercados. Numerosas periódicos y páginas en internet tratan esta noticia por toda la geografía española, pues el hecho se ha podido comprobar generalizadamente en la difícil situación actual. Si antes el perfume y la ropa eran los objetos sustraídos en las galerías comerciales, ahora son productos de alimentación, concretamente embutidos envasados al vacío, quesos, y paquetes de galletas.
Siempre ha habido gente que presumía de apropiarse de artículos en los centros comerciales, sobre todo estudiantes de clase media que se encaprichaban de alguna cosa, como atractivos artículos de regalo. Pero también se hablaba de chicas que se llevaban a casa alguna prenda puesta, tras habérsela probado. Todo eso se controló a través de los dispositivos de seguridad pinchados en la ropa, y parece que la medida dió buen resultado.
Ahora las tiendas de alimentación declaran que los hurtos (no robos, dada su pequeña cuantía) producidos en lo que llevamos de año se han multiplicado, tanto que ya suponen el 1% de la facturación total. Y afirman que ha cambiado el perfil del “ladrón”, que a veces es un ama de casa, en un hogar corto de ingresos a consecuencia del paro y agobiado de deudas.
Independientemente de aquellos que nunca han tenido reparo en pillar mercancías en las tiendas, me pongo a pensar en la cantidad de personas mayores con pensiones ridículas, o de padres y madres de familia que apenas pueden asumir la compra semanal o mensual. Para ellos solo queda pedir ayuda a otros familiares o acudir a comedores sociales. Pero estas situaciones llevan a la gente a modificar sus conductas, y yo diría que hasta sus principios.
Me contaron hace poco el caso de una familia –padres e hijos pequeños- que actualmente y por su situación económica desesperada, se están viendo obligados a comer diariamente en un centro asistencial. Los pequeños, extrañados de ver el “peculiar” ambiente del comedor social preguntaron a sus padres por qué había allí tanta gente. Ellos respondieron que se debía a lo bueno que era el “restaurante” y que por eso todos iban a comer allí. Como en la película, “la vida es bella”.
Pero robar no está bien, no está justificado, aunque el hecho se banalice y se haya estado tolerando durante muchos años, como consecuencia de la pérdida de valores. Ahora seguramente se deberá a la justificada pérdida de autoestima que da el paro y la falta de horizontes.
3 comentarios:
Pero cuando se tiene hambre, todo está justificado, pienso yo.
Una vez vi aqui algo que me llamo muchisimo la atencion. Aqui la col es de consumo general. Viene en una bolsa abierta, a veces, trasparente. Una vez vi a un señor mayor metiendo dos coles forzadas en el paquete, paraa pasar por una. Y solo cuesta unos 60-70 centimos!
Pero como dice Dolo, cuando hay hambre, hay justificacion. Diferente seria que robaran perfume o algo innecesario.
La pérdida de valores, en mi opinión, no está en aquellos que para que sus hijos puedan comer terminan robando en un hipermercado. Estos defienden valores supremos, el derecho de los niños a la vida y a no pasar hambre. La pérdida de valores está en los que han dado lugar, por su avaricia, a estas situaciones, en los que no se conmueven ante el drama que supone que un niño muera de hambre en el mundo cada tres segundos... En fin.
Un saludo.
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