martes, 30 de junio de 2009

Los lunes, lentejas

Como alguien definió –o al menos creo haberlo leído en cierta ocasión- a la felicidad como la continuidad de la rutina, estuve googleando en busca del autor de esta afortunada sentencia, pero solo encontré las frases excluyentes, es decir, que la rutina es precisamente la enemiga de la felicidad. Pues no estoy de acuerdo; partiendo de que ayer fue lunes, y de que en casa volvimos a comer el correspondiente plato de lentejas, tal como venimos haciendo hace muchos años.

Estas legumbres recurrentes para el primer día de la semana, esperadas por ello en nuestra mesa al volver del trabajo tras el fin de semana, casi siempre con el mismo sabor y el repetitivo aspecto, son la prueba evidente de que seguimos siendo los mismos, de que continuamos teniendo apetito tras una jornada más o menos dura y de que seguimos creyendo en nuestras propias ideas a pesar de las agresiones externas, de las mentiras que nos rodean y de las estupideces en las que a veces participamos.

Las lentejas, inamovibles, humildes y altaneras, son el término medio de la calidad de vida humana: no valen las opulencias, pero tampoco se admite la indignidad del hambre y la pobreza. El plato de lentejas nos recuerda que debemos dejar de lado las tonterías a las que a veces nos vemos obligados a seguir, las soberbias que quieren atraernos y las muchas mezquindades para con los demás. Las lentejas son la medida de nosotros mismos, sin aditivos, colorantes, ni conservantes.

Lentejas con denominación de origen, con el mejor aceite de oliva, tomate frito autóctono, chorizo artesano, y no sé cuantas pamplinas más, no dejan de ser las mismas lentejas de toda la vida, de las que hablaron, hablan y hablarán todos los hombres, mujeres y niños, cocineros o no. Las lentejas nos devuelven a la realidad más realista, gestionada en estado puro en la oficina de nuestro estómago, como decía Don Quijote. A ellas tenemos que aferrarnos para no perder el poco espíritu casero que nos queda para luchar contra los molinos de viento.

Quiero para siempre en mis lunes la rutina de las lentejas, y en ellas recordaré –para nuestra vergüenza- que ni siquiera un plato tan básico existe en muchos millones de mesas del mundo. Por eso aquí nos traerá un recuerdo solidario y compartido de otras mesas, y sobre todo, nos apremiará a trabajar durante la semana que comienza, a agradecer lo que tenemos y a valorar el dulce momento de reponer nutrientes. Mis días o mejor dicho mis semanas, se miden por platos de lentejas en el almanaque. Nosotros con una cacerola de lentejas y un poquito de pan hemos sido felices, por suerte, un lunes más.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un plato indispensable, por lo nutritivo y agradecido. Una cita clásica para congregar a todos en la mesa. Y un artículo redondo, enhorabuena.

Candela dijo...

LAs lentejas son mi perdicion... me encantan!!!