Demasiado calor cuando llegas a la mesa al mediodía durante estos meses. Casi se te quita el apetito. Este tiempo acaba incluso con la buena voluntad del cocinero familiar, que por otro lado lucha por mantener la dieta más decente posible. Y es que ahora pucheros y potajes parecen fuera de lugar, de ahí que los paquetes de legumbres se condenen al rincón de los muebles de cocina. Y los gazpachos y aliños se convierten entonces en los auténticos protagonistas de la mesa, al fin y al cabo, prácticamente todos los productos son compatibles con un consumo en frío, acompañados de un buen aceite de oliva virgen.
Pero los meses estivales, al menos en las grandes ciudades del interior, llevan otra dificultad añadida en lo que a la cocina se refiere: el cierre por vacaciones de las pequeñas tiendas, o en el mejor de los casos, la apertura solo en horario de mañana. En resumen, cocinar en verano en las ciudades se vuelve muy complicado: fatiga del cocinero, falta de proveedores disponibles, corta duración en los productos a consecuencia de las temperaturas, y para rematar, menor apetito de los comensales. Lo ideal es irse cuanto antes de vacaciones y cambiar de aires, porque llevar trabajo y cocina por delante con el calor requiere algo más que buena voluntad y disciplina.
Todo esto me ha servido para llamar la atención sobre las ventajas del aliño de las legumbres, que siendo productos tradicionales de invierno permiten, en frío, contar con excelentes nutrientes pero sin añadir más temperatura de la normal; son platos que se elaboran el día antes y al otro ya han mejorado de sabor y textura. Los recomiendo.
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