Tal como conté en el blog, llevé un bizcocho casero a la oficina el día de mi cumpleaños. Repartí lo mejor que pude el dulce y como además mucha gente estaba de vacaciones, hubo bizcocho hasta para compañeros de otras plantas y departamentos.
El viernes pasado se celebró otro cumpleaños, y quise contribuir con unas papas aliñás a mi estilo, además de un platito de jamón (todo sea por la causa).
El caso es que Inma, una de nuestras heroicas becarias –quien pudiera ser becaria- quiso participar en estas muestras gastronómicas laborales , y tuvo la feliz idea de aportar un dulce hecho por su madre, procedente de una vieja receta. En la localidad sevillana de Villanueva del Ariscal, hace unos diez años se organizó un taller de gastronomía, que dio lugar a la publicación de un recetario de dulces gracias a la Delegación municipal de Cultura.
El compartir postres o tapitas en el lugar de trabajo ayuda a mejorar el rollo colectivo, ya lo he dicho alguna vez. Facilita el diálogo y el entendimiento general y evita prejuicios y críticas negativas.
Torta de naranja se llama esta obra de arte felizmente conservada por estas mujeres sevillanas. Los becarios son nuestra cantera gastronómica.
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