domingo, 15 de noviembre de 2009

Cocina de valores eternos

Noviembre pasa rápidamente pero no puede engañarnos, es el mes de los difuntos. Y cada año cumplimos con el rito de visitar la tumba de nuestros padres, fallecidos a una edad madura, sin llegar a la ancianidad. Sí, este blog es de cocina, por eso quiero recordarles también por lo mucho que nos transmitieron sobre valores en la cocina.

Mi padre tenía la costumbre de llegar al trabajo una hora antes del horario oficial; decía que así se organizaba mejor. Fue gran cumplidor de sus tareas, llevándolas además con gran optimismo y vitalidad, que solo la enfermedad consiguió quitarle. Pero antes de dirigirse al trabajo mi padre nos preparaba los desayunos. Éramos cuatro y ninguno tomaba lo mismo: leche sola, leche manchada con café, cola-cao ó zumo de naranja. Todas esas comandas distintas preparaba papá, colocando cuidadosamente esos vasos sobre una bandeja, que hacía llegar a cada cama. También recuerdo sus broncas cariñosas cuando nos resistíamos a despertar. Nos recordaba –con sus malas pulgas acostumbradas que solo escondían entrega a su familia- que había que tomarse el desayuno rápido, que tenía que irse a trabajar. Pero nunca nos falló, nunca dejó de traernos el desayuno a la carta. ¡ay! También recuerdo las luces intermitentes del árbol de navidad en el salón en pleno invierno, alumbrando el camino con la bandeja. Papá era demasiado.

Y mamá, de un carácter más introvertido, a quien nunca le gustó estar en la cocina, siempre terminó con nota sus platos. Decía que esas cosas, aunque no nos gustaran, teníamos que hacerlas con cariño, como hacer las camas o preparar un guiso. Nunca olvidaré esas palabras. A veces nuestros padres tienen un momento de lucidez, de quietud espiritual, y olvidan las broncas minoristas y efímeras, las desilusiones, los juicios subjetivos sobre nosotros, y entonces, sacan una frase, una sentencia eterna, una opinión totalmente genial, digna de convertirse en cita de un libro, o de titular de un manifiesto: comer caliente, guiso hecho con cariño, siempre el fuego medio, nunca mucho ni poco, los ingredientes frescos, respetar las horas de las comidas, el vaso de leche antes de acostarse, hacer la compra con fundamento, poner la mesa con esmero... Sus dichos y sus consejos me acompañan en la cocina, a modo de escuela de base, de eterna referencia filosófica en el trabajo de cocinar para mi familia, aunque ella no vivió para probar ninguno de mis platos. Mamá siempre bordó las frases.

Y es que mi padre puso el producto y mi madre el libro de instrucciones.

Noviembre pasa demasiado rápido; y estos recuerdos quedaron detrás de una lápida, silenciados para siempre en apariencia, porque es cierto que las oigo cada día. Pero en noviembre sobre todo, a los dos se les recuerda con nombre y apellidos, y con mi tema favorito, Gymnopédie, de Eric Satie.
“Siempre habrá algo tras la muerte
La vida sigue lisa, unida
Y aun sin contar con otra vida
La vida en la vida revierte”

Gerardo Diego (de su libro Cementerio Civil);

10 comentarios:

Manuel Casal dijo...

Cuentas estas cosas con la misma humanidad con que parece que las vivieron tus padres. Un abrazo.

Javier dijo...

Me gusta pasar por aquí y leerte. Y hoy me emocionó mucho este cariñoso recuerdo. Saludos

Gabriel dijo...

La música, un regalo.
El recordar a los dos, una delicia. Sólo una anécdota para complementar los desayunos: Jamás, jamás, derramó una gota o rompió uno de los cuatro vasos de leche o café, en la oscuridad que precede al amanecer. Esperaba a que cada manita asiera con firmeza el vaso y entonces, noventa kilos de padre, bailaba entre muebles como Fred Astaire y se paraba en la siguiente cama. La puerta de la casa, cerrada tras de sí, nos avisaba para ese sueño mágico del antes de levantarnos. Y en mi caso concreto, con sabor a chocolate. Yo era el del Colacao.

Charo Barrios dijo...

Es cierto, nunca derramó ni uno solo de los contenidos de los vasos. Y nunca nos fuimos sin desayunar al colegio. Un ejemplo.

Sara (una de tus becarias favoritas) dijo...

Me has emocionado, Charo.

Moby dijo...

Querida hermana, me has hecho borrar de mi ya larga vida,más de 40 años,he revivido momentos que te hacen entender por qué tienes a veces, buen fondo y buena conciencia...Sí, querida hermana, hasta yo me he emocionado.

Moby dijo...

Espero que se haya interpretado tal y como lo he querido decir, la pregunta retórica iba dirigida a mi misma por supuesto.A veces, sólo a veces, me reconozco mi buena conciencia y buen fondo y, afortunadamente, siempre están ligados a nuestra particular manera de crecer aprendiendo una filosofía muy parecida a la de "la vita è bella". Eso nos hizo ver las circunstancias que nos rodeaban con una visión muy inteligente y especial que nos ha acompañado por todos los caminos que hemos emprendido y que tratamos de enseñar a nuestros hijos y demás y que, en definitiva, nos acerca a las personas especiales y, gracias a dios, nos aleja de aquella que deben vivir en la otra orilla...

carpanta dijo...

Yo era la del café manchado, aunque me tomé algún que otro colacao por error. (Se tomaba uno lo que hubiera y ya está. No había tantas tonterías).
Dicen que una persona no muere si se le sigue recordando. Y, ¿cómo olvidar a estos dos pedazos de padres?.

Gabriel dijo...

Señoras y señores del planeta:
Este blog ha congregado a cuatro hermanos en un sorprendente post, para celebrar, con todo el que lo lea, la fiesta de haber tenido unos padres geniales, simpáticos e inventores de un modo de vivir: La singuasitis, que compartimos con mucho gusto con todos ustedes.

Va por ellos.

Charo Barrios dijo...

Muchas gracias a todos por vuestros comentarios. Es un post que comenzó triste, pero que al final se puso alegre, al dar la razón a la transmisión de cosas buenas.