Estudiando Derecho Civil aprendí una expresión que siempre me sirvió de referencia: “actuar como un buen padre de familia”. Ésta era un modo de definir el comportamiento que tendría toda persona normalmente prudente y diligente ante una determinada situación. Creo que esta definición le viene perfectamente también al cocinero/a hacia su familia.
Y es que si la cocina se toma en serio, habrá que preocuparse por la calidad de los ingredientes y productos frescos. Y aunque la crisis esté condicionando el gasto en comida de mucha gente, pienso que las propiedades de los alimentos que se venden no deberían estar en el entredicho de los precios. Y claro, pasa igual con el hambre, que tampoco debería ser cuestionable, es que no debería existir.
En una noticia del pasado 7 de septiembre, la Consejera de Agricultura de la Junta de Andalucía expresó sus dudas sobre la calidad de los productos de marcas blancas, llegando a la conclusión de que sus bajos precios no pueden cubrir los costes de los productores; ello revelaría un bajo contenido de producto. A mí los bajos precios de algunos alimentos manufacturados también me hacen sospechar y mucho.
Preocupa pensar cómo la crisis hizo aumentar la elasticidad del comportamiento del comprador con respecto al precio, incidiendo en el consumo de productos de marcas blancas, cuya calidad empieza ahora a cuestionarse. Con la comida no se juega, pero es sin duda un objeto más de fría especulación.
¿Por qué se producen frutas que no saben a nada y duran menos? ¿Por qué se venden tomates que contienen tanta agua? ¿Por qué se comercializan productos precocinados con tal cantidad de evidentes porquerías? ¿Y la mala pastelería industrial, por qué se permite? El mercado de la alimentación –en lo que voy observando- va perdiendo dignidad, con productos que ya son mediocres en origen, cultivados con malas condiciones y aditivos al límite de la norma.
Los alimentos de primera necesidad: lácteos, carnes, pescados, verduras, huevos o frutas deberían estar libres de toda sospecha en su composición, porque son la base mínima necesaria para una alimentación sana y completa. Y las autoridades deberían velar porque esto se cumpla. Por eso, los consumidores tenemos que estar seleccionando e investigando constantemente lo que adquirimos para comer (calidad, composición, dieta saludable, etc.). Y todo eso sin una total seguridad.
Y como contrapunto a la noticia de la sospecha de la Consejera, leo otra que dice que Europa va a exigir pruebas de las declaraciones de propiedades saludables en alimentos, evitando así que los consumidores sean engañados. Por lo visto se va a elaborar un patrón internacional de los perfiles de nutrientes. Menos mal.
"Actuar como un buen padre de familia” es el único consejo sensato que sigue vigente para que la Administración cuide de la calidad alimentaria. La salud de la gente está en juego, como siempre.
2 comentarios:
Bien por este comentario ya es hora de que se preocupen por la calidad de los productos que nos ponen en el mercado, totalmente cierto los comentarios sobre la falta de sabor de la fruta, las porquerias precocinadas, y demás productos marca blanca. Por lo que ojala sea cierto que los patrones de calidad se establecen y vigilan para que no nos vendan motos (y malas) diciendo que son la leche de buenos. Sin duda la calidad tiene un precio pero esperemos que los Fabricantes de buenas marcas tengan en cuenta la situación.
Gracias por tu comentario José Manuel. Creo que el consumidor está bastante solo ante lo que ocurre en el mercado de los productos alimenticios. Y las autoridades deberían regular esto de alguna manera.
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