Dice la prensa que es por culpa de la crisis. El caso es que casi el 20% de quienes comen fuera de casa optan por la fiambrera, por razones económicas. Es normal, comer fuera de casa sale caro. Eso hace caer el negocio de los restaurantes y sube el del fast-food. Pero la versión española del “tupper” representa la excelente posibilidad de que comamos mejor en la empresa o incluso en el parque.
Pero la crisis trae otras cuestiones preocupantes: la comida barata es más energética, predisponiendo a la obesidad. Se compra más pasta, aceite, platos preparados, salsas, bollería industrial y legumbres. Todos coinciden en que comer sano cuesta más.
Sin embargo, la fiambrera se presenta como una opción muy conveniente desde el punto de vista económico, social y de salud. En algunas oficinas se ha habilitado un “office”, o pieza a modo de comedor, con microondas, frigorífico, mesas y muebles de cocina. Esta solución supone dedicar tiempo a cocinar previamente en casa con productos sanos y naturales comidas de cuchareo, pero también poder compartir la mesa con otros, fomentando la relación social y reduciendo así el estrés laboral.
Un plato de judías blancas, un filete de pechuga de pollo a la plancha, pan y una copa de vino aportan 450 kilocalorías. Una hamburguesa, con patatas fritas y coca-cola, son 1.000 y sacia mucho menos. Es decir, que la fiambrera permite cocinar de manera más sana y ligera y hacer mejor la digestión.
Para mí la utilización de la fiambrera no es más que la unidad móvil de comeencasa, y desde luego sus efectos serán más que beneficiosos en nuestra salud. No sé hasta qué punto lo será en el bolsillo, pues realmente comprar buenos productos no es precisamente barato, y repito, la salud lo merece todo.
Aquí tenéis un artículo de Pepe Monforte sobre la fiambrera y su gran poder de seducción. Yo nunca olvidaré la fiambrera que llevábamos a la playa, con una magnífica tortilla de patatas con pimientos y cebolla, o con filetitos empanados. Aquello daba gusto después del baño.
6 comentarios:
He de decirte que aqui en Madrid, cada vez son más los que se ven en el metro con sus maletitas de diseño que no son más que unas friambreras con un aspecto más cuidadado. En el parque en el que suelo hacer running, ahora con el buen tiempo se llenan los bancos y las mesas de ajedrez de gente que come con su friambrera. La crisis (un menú aqui ronda los 11 euros) o quizas la falta de tiempo ha hecho que vuelva la friambrera.
Dmomblona.
De todos modos, sé por propia experiencia, que comer en la calle de modo continuado hace que todo sepa igual, y el estómago además se resiente.
Merece la pena preparar la fiambrera, creo.
Yo soy del club de la fiambrera cuando tengo que comer en el trabajo. Es algo engorroso porque todas las comidas no se prestan a hacerlas el día antes y que recalentadas estén buenas, casi nada de pasta, nada de patatas, cero plancha, pero me encanta comer bien y en la calle cada vez se come peor. Así que soy del club. Me ha encantado la fiambrera de lata, me recuerda a cuando era niña y había otras compañeras que se quedaban en el comedor pero de canasto, es decir, comían en comedor escolar pero la comida de casa. Ains, me voy haciendo mayor, Charo.
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