Hoy lunes he asistido a la presentación del libro “Estudios sobre Comportamientos de Riesgos (violencia, consumo de alcohol y drogas y conductas sexuales) en estudiantes de E.S.O. de Andalucía. El informe, desarrollado por el Grupo Universitario de Investigación Social (GUIS), del Centro de Estudios Sociales de Jerez, muestra los resultados preliminares. En el mes de junio, se presentarán las conclusiones sobre la influencia de los factores en estos resultados.
La publicación llega en un momento en que todo el país está pendiente de la investigación sobre el asesinato de la joven Marta del Castillo, y sus presuntos culpables y encubridores. El objetivo del informe ha sido evidenciar los comportamientos de riesgos a los que se exponen los/as que cursan estudios de enseñanza secundaria obligatoria en Andalucía.
Para ello se ha utilizado un cuestionario auto cumplimentado, anónimo y voluntario, en el que se recogen datos socio-demográficos, familiares, académicos, de ocio, de violencia, sobre consumo de alcohol, de drogas, tabaco y sobre conductas sexuales. Los datos ponen el vello de punta a cualquiera.
Violencia sin culpabilidad, drogas, abuso de las nuevas tecnologías y escasa educación sexual representan el perfil de la mayoría de nuestros adolescentes, que ha crecido en una sociedad opulenta, materialista, sin recibir valores o principios éticos ni límites a su conducta. Con la responsabilidad de los padres en primer lugar y en segundo de las autoridades, que tienen la obligación de arbitrar medidas de protección, reforzando la competencia paterna.
Niños de trece años que beben en la calle hasta altas horas de la madrugada, (¿Quién los controla?), menores de edad que acceden fácilmente a locales nocturnos, niños enganchados a los videojuegos, recorriendo las calles con motocicletas (¿Por qué se las compran?), y sobre todo, padres y madres que no hablan con sus hijos. Aunque ambos tienen autoridad, el profesorado está para enseñar, los padres para educar.
Las largas jornadas laborales, hacen que los niños estén solos o casi solos gran parte del día, lo cual queremos compensar con regalos, sobre todo porque “nosotros no los tuvimos” (qué tontería). Está claro que a ellos les ha tocado vivir una época distinta a la nuestra. Pero jamás se le advierte la suerte que han tenido, y lo poco que les ha costado. Los padres tenemos la obligación de aprender a ser mejores, de crecer para educar a nuestros hijos, ése es nuestro reto, a pesar de que nadie es perfecto.
Y por último, mi reflexión se dirige a los horarios de las comidas familiares. Creo que siempre, la convivencia en la mesa ha servido para poner sobre ella las preocupaciones del grupo, las inquietudes, proyectos y actitudes positivas, indiferentes o negativas de padres e hijos. Si no al mediodía, la hora de la cena es un momento idóneo para compartir información, para comunicarse. Pero parece que lo que antes era una comida indispensable, tomada sin prisas, hoy se ha convertido en dominio de internet, de la televisión y de los sándwiches. De ese modo, los hijos se van a la cama sin cambiar impresiones sobre el día transcurrido, y sin recibir un consejo o una bronca. Como siempre, la comida es fuente de inspiración y origen de la comunicación humana, y puede influir en la transmisión de valores a través del cariño y la autoridad de quien prepara la comida, pone la mesa y sirve los platos. Es cuestión de sensibilidad
(Post dedicado a mi buen amigo y bloguero Casa L, por su dedicación a la docencia)
2 comentarios:
Es un honor para mí, Charo, que me dediques un post. Muchas gracias.
Estoy muy de acuerdo con todo lo que dices. Aquí se habla mucho de la crisis económica, y del ruido que hacen los partidos y de muchas cosas muy espectaculares que salen mucho por TV. Pero no se habla nada de una crisis brutal, de unas consecuencias tremendas para el futuro, que es la crisis educativa que tienen, en general, nuestros alumnos. Y digo educativa, no de enseñanza, y esto tú lo explicas muy bien.
Los profesores no somos perfectos, ni mucho menos, pero no hay derecho a que tengamos que dedicar un alto porcentaje del tiempo de la clase a calmar a unos niños que vienen en estado salvaje, sin la menor noción de que existen unas normas ni de que hay que cumplirlas. ¿No va a haber fracaso escolar? Si nos vamos al hipódromo con asnos, ¿quién espera que se gane una carrera?
Y si en clase dan la lata y no muestran el menor deseo de convertirse en seres humanos, ¿qué harán en la calle? Pues lo que dice el informe.
Hay que dejar muy claro que los profesores no podemos suplir a los padres en el papel de educadores. Yo le puedo decir a un alumno, por ejemplo, que no coma bollycaos, porque están hechos con grasas baratas y malas y producen una barbaridad de colesterol. Pero ¿cómo voy a controlar yo que el alumno adquiera el hábito de no tomar bollycaos? Eso ni es ni puede ser cosa de los profesores, sino de los padres.
Esto me parece que es un gravísimo problema social que exigiría para solucionarlo la creación de escuelas de padres, el uso de la TV para orientarlos y el planteamiento en serio del problema y de su solución. Si hasta el leve intento de suplir a los padres con la Educación para la Ciudadanía se ha intentado tumbar, ¿qué quieren? ¿una sociedad de ignorantes, de brutos, de inmorales?
A mí me parece que este es el verdadero problema social que habría que tratar. Por decirlo con un poco de exageración (pero sólo un poco), parece que no le importa a nadie que estemos generando un país que dentro de unos años contará con un porcentaje de ignorantes, de golfos, de enfermos y de locos altísimo.
Tienes mucha razón Manuel.
Creo que la culpa de esta gravísima crisis de educación y valores en los jóvenes se reparte entre padres y autoridades.
Y, además, a algo imperdonable: a la televisión, instrumento al fín y al cabo de políticas irresponsables.
Hoy todos somos más incultos gracias a ella.
Publicar un comentario