jueves, 26 de febrero de 2009

Consejos de cocina de una madre (pequeño relato)

De pequeño siempre fue muy rebelde, no se parecía nada al mayor. ¡Vaya leonera su habitación! Pero no fue mal estudiante y llegó a la universidad. Lo malo es que le dio por la música, y empezó a flaquear en los estudios, sobre todo cuando comprobó que con las actuaciones ganaba dinero. Era otro carácter, a pesar de que fueron al mismo colegio, se decidieron por la misma carrera, y que mis dos hijos se llevaban pocos años.

Luego José Luis empezó a perderse, su vida no estaba clara, se hacía más taciturno y creo que perdía la ilusión por las cosas. Yo entonces no sabía cómo ayudarle. Por entonces el mayor se echó novia, acabó la carrera sin problemas, pronto encontró trabajo, se casó y me trajo a casa nuera y dos nietos traviesos que jugaban en mi terraza frente al mar.

Mientras tanto, el cuarto de José Luis era fiel reflejo de su indefinición, él mismo no sabía quién era, que quería hacer y pasaba días y días apenas sin hablar. Ni acababa los estudios, ni trabajaba, ni se ilusionaba por nada. Dejó la música. Su padre empezaba a impacientarse y yo sufría por los dos.

Pasó el tiempo, y el tiempo me fue llevando hacia otro sitio, porque José Luis empezó a expresarse. Entonces recuerdo, que yo no tenía muy claro qué debía pedirle a Dios para que me ayudara a solucionar aquella situación, cómo podría yo explicarle mi caso, es decir, por dónde empezar en mis oraciones. En ellas siempre había rogado por la salud de nuestra familia, y también le daba gracias por lo que éramos. Ahora, de repente no sabía cómo dirigirme a Él. Mi marido estaba desconcertado y yo lo comprendía; yo misma además, vivía pendiente de mi hijo, al que veía sin amigos. En aquella época tuvo la suerte de encontrar trabajo y la música la olvidó definitivamente.

Una mañana, en la cocina, me dijo que había decido llamarse Elena, que comenzaría un tratamiento de transformación, y que visitaría a un psicólogo. Entonces, su padre y yo comenzamos el cambio con él, porque no podíamos dejarlo solo, y el proceso ya era imparable. No sé cómo ha podido ocurrir todo esto, si José Luis jugaba al fútbol con el hermano, si siempre heredaba su ropa. Los políticos hablan de cambios en la sociedad, creo que yo con todo, y a mi edad, he cumplido mi cuota con más satisfacción que cualquier líder social.

Ahora a mi hija Elena –no me acostumbro a llamarla así- la veo feliz. Le dí una vida, pero decidió cambiarla por otra distinta. Pero sí, es feliz. Tiene pareja, y es de buena familia, normal. Pero ¿qué es normal?. Ese adjetivo no existe. Solo sé que hay buenas y malas personas, también personas regulares. Mi hijo era buena persona y mi hija ahora también lo es.

Pues sí, la veo contenta. Se ha independizado, y cada dos o tres días viene a vernos, me pregunta cómo se hacen los garbanzos, cómo se guisa el pollo, y, para abreviar, se lleva una fiambrera de dos raciones, pues ella sabe que yo hago comida de sobra y siempre tengo reserva. Su ilusión por aprender a cocinar nos está uniendo a las dos, porque veo que vuelve a sonreír.

Con este cambio, se alteró también el curso de mi propia historia y de la de su padre, porque he tenido que reescribir mi curriculum de madre. He llorado por él y con él, pero ahora soy feliz con ella. Y cuando tarda más de dos días en venir a vernos ya estamos llamándola. Nunca he visto más claramente qué solos estamos ante nuestros propios problemas, ante nuestros propios retos, ante nuestras propias creencias e ideologías maduradas en el tiempo a base de buena voluntad. Porque a los padres solo nos guía el amor.

Niña, -le dije ayer tarde- llévate estas lentejas para mañana, que me han salido riquísimas, y este trozo de tortilla para que cenéis en casa. Y ella me abraza antes de marcharse de nuestra cocina frente al mar, y a mí entonces me brillan los ojos. Gracias Señor.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Que bonito!.Saber amar es eso, muchas veces tener que renunciar a tu forma de ser y a tus creencias por la felicidad de la persona amada. Y cuando se trata de un hijo ....
Gracias Charo por hacernos reflexionar, además de enseñarnos a cocinar.Un beso.
Dmomblona.

Dolo dijo...

Fuerte. Emocionante. Precioso.Además de una experta en cocina , eres una gran narradora.
Besos,me has puesto los vellos de punta.

Anónimo dijo...

Hola Charo, no me canso de decirle a Jose María y a muchas amigas lo bien que escribes y lo interesante que es tu blog... cada día más. Me dejas sin palabras, muchos besos.

Manuel Casal dijo...

Este escrito, Charo, además de una enorme emocíón, transmite paz. Y acerca al lector a ti porque encuentra en él humanidad, tolerancia, comprensión, amor.

Me ha recordado a esto http://cuaderno.josesaramago.org/page/13/ Quizás algún día este escrito le sirva a alguien y entonces serás tú la que llorarás.

Humanizar la vida.

Un beso.

Charo Barrios dijo...

Gracias Casa L por el enlace. Ha sido muy emocionante. Alguien tiene que creer y confiar, aunque sea contra todo.

Gabriel dijo...

Narrar, contar, emocionar. Y sabriendo las puertas. Eso tiene este blog. El cuento es un gran regalo que agradezco.
Besos.