domingo, 13 de diciembre de 2009

Cortar, peinar y comer bien

Es una peluquería más del centro de Sevilla. Azul lleva funcionando más de diez años con seriedad, profesionalidad y buen hacer. Pero como muchos otros establecimientos, abren sus puertas ininterrumpidamente de la mañana a la media tarde, y en una hora no hay tiempo de ir y volver a casa a almorzar. Y como la salud es lo primero, esta plantilla de peluqueros lo ha resuelto a la perfección: con la fiambrera, al estilo de comeencasa.

Mari Luz, Carmen, Lupe, Andreas, Mari Carmen, Charo, María Eugenia, María José y Ángela (la que mejor cocina según dicen), incluyen al salir de casa hacia el trabajo, una o dos fiambreras con la comida recién hecha esa misma mañana, o por la noche anterior, la misma que solo necesitará calentarse en el horno microondas instalado en la pequeña salita del interior de la peluquería.

Guisos de patatas, pucheros de arroz, carne y verduras, todo tipo de potajes, musakas, pechugas rellenas ó revueltos -solo a falta del huevo-, son algunas de las propuestas que este equipo de currantes del pelo de la Peluquería Azul incluye en su menú del almuerzo diario. Sobre la mesita camilla del comedor laboral desfilan platos de la más alta dignidad de la clásica y valiosa cocina propia. No hace falta decir que la sobremesa, al tratarse de comida casera, se hace bastante digestiva y llevadera, a pesar de que al dar las tres en el reloj tienen que volver al tajo en el salón contiguo.

Lavar, teñir, cortar, y peinar alisando o hacer moños complejos, son el pan de cada día en este taller de estética capilar. Su salita-comedor les permite disfrutar de cafetera para la merienda, y de nevera para el yogur de media tarde, además de favorecer las relaciones sociales y la convivencia humana. Está claro que ésta es la gran solución para comer bien en el trabajo en las grandes ciudades.

Y por último, quiero dedicar un elogio adicional para esta peluquería; y es el hecho de contar con prensa escrita todos los días, que permite informarte mientras te arreglan, ignorando las impresentables revistas del corazón que existen en este tipo de locales, y que a mí me dan vergüenza ajena. Además, todos los empleados tienen un libro entre manos en sus pocos ratos libres. Oficio, comida sana y cultura para completar. ¡Y yo hoy en la cocina, con estos pelos!

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