(Este texto me lo envió mi amigo bloguero Casa L, y tiene oficio, cariño y detalle. Todo un corresponsal de Comeencasa en Madrid). Gracias, Manuel.
El jueves pasado fuimos a comer a "La Tasquita de enfrente", un lugar pequeño situado en la calle de la Ballesta. Desde hace mucho tiempo esta calle era el lugar tradicional de la prostitución madrileña. No sólo las calles estaban –y están- pobladas de mujeres, sino que había locales en los que “paraban” y desde donde salían con sus clientes para hacer sus faenas. Hoy, sin embargo, en la calle de la Ballesta ha tenido lugar una sorprendente transformación. Los antiguos lugares de alterne han sido sustituidos por tiendas neomodernas multifuncionales, en las que puedes tomar una copa o contemplar una exposición mientras que ves ropa y te la pruebas. Las prostitutas siguen por allí, seguramente porque las pensiones o los lugares de ejercicio no se han suprimido del todo, pero hay otro aire en la zona, sin que yo, al menos, atisbe hacia donde pueda ir su evolución.
Antes y ahora, La tasquita de enfrente ha estado donde está, sin que los cambios exteriores hayan influido en su quehacer. Hace muy poco, José Carlos Capel, crítico gastronómico de El País, comentando la concesión de las estrellas Michelin, resaltaba lo extraño e inexplicable que resultaba que algunos determinados restaurantes españoles no fueran agraciados con ninguna estrella. Entre ellos citaba La Tasquita de Enfrente.
Y es que hay algunas profesiones cuyo ejercicio resulta hoy especialmente difícil. Por ejemplo, la de juez, por la dificultad que entraña la aplicación de una ley a los casos concretos y hacerlo dejando al margen la ideología política propia. O la de crítico gastronómico, porque, por mucho que se sepa, siempre resulta escaso el conocimiento que se tiene de algo tan complejo y variado como los asuntos del comer, sus técnicas, sus gustos y sus costumbres. Aún recuerdo a un crítico catalán, Luis Betónica, afamado y laureado en su momento, hablar de las tortillitas de camarones y decir que se hacían ¡con huevo! Y, además de los conocimientos, están los gustos de cada cual y los criterios que se usan para juzgar lo que toque. Con todo ello, debe ser un lío enorme otorgar una estrella a alguien.
El caso es que en La Tasquita de Enfrente se come muy bien. El cocinero, Juan José López, un exdirector general de una empresa de seguros, autodidacta y con un sentido muy perfilado tanto de los puntos de cocción como de las combinaciones posibles de los alimentos y de las innovaciones que cabe introducir en la oferta de un restaurante.
El jueves pasado fuimos a comer a "La Tasquita de enfrente", un lugar pequeño situado en la calle de la Ballesta. Desde hace mucho tiempo esta calle era el lugar tradicional de la prostitución madrileña. No sólo las calles estaban –y están- pobladas de mujeres, sino que había locales en los que “paraban” y desde donde salían con sus clientes para hacer sus faenas. Hoy, sin embargo, en la calle de la Ballesta ha tenido lugar una sorprendente transformación. Los antiguos lugares de alterne han sido sustituidos por tiendas neomodernas multifuncionales, en las que puedes tomar una copa o contemplar una exposición mientras que ves ropa y te la pruebas. Las prostitutas siguen por allí, seguramente porque las pensiones o los lugares de ejercicio no se han suprimido del todo, pero hay otro aire en la zona, sin que yo, al menos, atisbe hacia donde pueda ir su evolución.
Antes y ahora, La tasquita de enfrente ha estado donde está, sin que los cambios exteriores hayan influido en su quehacer. Hace muy poco, José Carlos Capel, crítico gastronómico de El País, comentando la concesión de las estrellas Michelin, resaltaba lo extraño e inexplicable que resultaba que algunos determinados restaurantes españoles no fueran agraciados con ninguna estrella. Entre ellos citaba La Tasquita de Enfrente.
Y es que hay algunas profesiones cuyo ejercicio resulta hoy especialmente difícil. Por ejemplo, la de juez, por la dificultad que entraña la aplicación de una ley a los casos concretos y hacerlo dejando al margen la ideología política propia. O la de crítico gastronómico, porque, por mucho que se sepa, siempre resulta escaso el conocimiento que se tiene de algo tan complejo y variado como los asuntos del comer, sus técnicas, sus gustos y sus costumbres. Aún recuerdo a un crítico catalán, Luis Betónica, afamado y laureado en su momento, hablar de las tortillitas de camarones y decir que se hacían ¡con huevo! Y, además de los conocimientos, están los gustos de cada cual y los criterios que se usan para juzgar lo que toque. Con todo ello, debe ser un lío enorme otorgar una estrella a alguien.
El caso es que en La Tasquita de Enfrente se come muy bien. El cocinero, Juan José López, un exdirector general de una empresa de seguros, autodidacta y con un sentido muy perfilado tanto de los puntos de cocción como de las combinaciones posibles de los alimentos y de las innovaciones que cabe introducir en la oferta de un restaurante.
1 comentario:
Hola Charo. Esta última entrada del blog me ha traído recuerdos de los restaurantes de esa zona de Madrid.
Efectivamente por allí siempre han habido buenos restaurantes, pero al ser el Madrid antiguo, las fachadas de los caserones en cuyos bajos están ubicados esos restaurantes son manifiestamente mejorables (aunque luego los establecimientos están bien acondicionados en su interior). Creo recordar que justo enfrente de este restaurante había uno que se llamaba Pagasarri (vasco) y al menos otros tres más en los que se comía muy bien. La zona está cerca de la Gran Vía, detrás del edificio de la Telefónica -yo trabajaba por allí cerca y por eso los frecuentaba. Hablo de los años 1976-1980 o mas).
También se desayunaba muy bien por las mañanas y se tomaba el aperitivo del mediodía.
El problema es que antes la prostitución mas o menos desaparecía por las mañanas y aparecía al atardecer. Por otra parte el problema de las drogas no era tan evidente como ahora.
Y nada más, siempre son de agradecer las reseñas para comer en Madrid, especialmente en estos sitios céntricos (está a escasos minutos -andando- de la calle Preciados y de la Puerta del Sol) por donde siempre se suele ir de compras.
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