miércoles, 28 de enero de 2009

Espionaje hasta en la sopa

Florian Henckel-Donnersmarck, en la película “La vida de los otros”, colocó de cartero al espía político-social-recalcitrante, zanjando la gran trama de espionaje interno alemán durante la guerra fría. En la cocina, el espía chivato por encargo irremediablemente irá al paro -con la que está cayendo- porque en la cocina no hay patentes, ni para los que la trabajan ni para los que la degustan.

Espiar en la cocina es cuestión básica, universal, sin sentimientos catetos o autonómicos. Querer saber más, abrir nuevos caminos, encontrar nuevos sabores, experimentar con otros productos, variar y mejorar en una palabra el menú de la familia, obliga a espiar abiertamente las buenas recetas ajenas. Los trepas espían en secreto.

Los cocineros domésticos, los llamados “a ver qué pongo mañana…”, la casta más numerosa que habita la cocina, tiene que dar satisfacción diariamente a los suyos, con su grandeza de tropa sin formación culinaria; por ello no tiene más remedio que espiar, espiar tan ampliamente como se lo permitan: primero los pestiños de la abuela, luego el potaje de las suegras, después los canales televisivos, para acabar en internet, con informes de recetas que gratuitamente se reinvierten en calidad de vida en la mesa.

Espiar por mejorar sabores, sorprender a los buenos o regulares amigos, o por confeccionar una tarta en tarde de cumpleaños feliz, es tener aspiraciones. Cuando eras pequeño te reñían si preguntabas a alguien qué había comido ese día, por mala educación. Hoy los cotilleos vecindones circulan con jugosa información sobre verduras al microondas, marinados nocturnos o tartas en thermomix, en un tráfico libre y legal de platos por la red o el boca a boca, a mayor gloria de la alimentación. No pongamos cutres aduanas precocinadas.

El espía gastronómico de mal rollo tendrá que trabajar de pinche en temporada alta, porque ningún periódico comprará su información, tendrá que regalarla. “Dad gratis lo que habéis recibido gratis”, que luego acabaremos en tu mesa o en la mía.

1 comentario:

Gabriel dijo...

Qué bonita frase la que termina un artículo redondo, que suscribo del todo: No habrá mejor informe del 007 que cuando contó lo de las papas aliñás de Cádiz allí en Escondan Ya. Con decir que antes era un 0,07...

Besos.