Mi madre decía que una mujer sola cabe en cualquier sitio para trabajar. Bueno, yo creo que poniéndose, un hombre también lo haría. Y es que ayer publicó el Periódico de Cataluña una noticia sobre dos hermanas, trabajadoras de la construcción y el textil respectivamente que, tras perder sus empleos decidieron montar su propia empresa de comida preparada.
Gemma y Raquel Martínez llegaron al paro en el año 2007, a pesar de su cualificación técnica. Muchos obstáculos y lentos trámites burocráticos tuvieron que superar; el peor, el precio de los locales, por lo que decidieron instalarse en un barrio de nueva expansión, aun a costa de hacer clientela más lentamente. Y para la financiación, solicitaron el importe del paro capitalizado en un cobro, además de dos hipotecas. Qué dinem?, su nombre comercial, abrió esta pasada primavera. El negocio ha sido un éxito.
Veo en esta iniciativa empresarial dos cosas muy positivas. Por un lado, dar respuesta a una necesidad social cada vez mayor de comer bien con falta de tiempo para cocinar, sobre todo en las grandes ciudades. Y por otro, -no sé si incluso más importante- es que hay dos personas menos con depresión potencial.
Yo, si fuera cliente de este tipo de establecimiento de comida preparada, le demandaría buenos platos de cuchareo, -potajes o arroces- elaborados con buen aceite de oliva, nunca precocinados, poca pasta y verdura fresca y sin potenciadores de sabor, es decir, calidad natural, que es lo mismo que profesionalidad en la cocina. Solo así no se echará de menos la comida de casa y el estómago no nos pondrá ninguna denuncia en los juzgados.
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