Ayer entré en la cocina a eso de las 18.30 y con pocas ganas. Tenía mucho curre: freír tomates antes de que se estropearan, preparar el sofrito para pescado roteña, hacer un caldo o fumet en grandes cantidades y preparar un puré de calabacines para cenar con tres tortillas francesas.
Pero antes había que limpiar y ordenar el frigorífico. Estaba con el escaldado de los tomates, cuando apareció mi marido por la cocina. No lo dudé y le encargué directamente que vaciara el verdulero y seleccionara la verdura, aprovechando la más deteriorada para el fumet. Terminó la faena de la nevera, y le encargué que pasara a un tupperware el boniato que hice ayer. Comencé a preparar el tomate frito, con su cebolla, y su pimiento, a fuego lento, como siempre.
De nuevo le di tarea a Antonio, proponiéndole que pelara y troceara los calabacines y los puerros, y lo pusiera todo en la termomix. Yo ya había dejado la olla con los avíos del fumet. Y enseguida preparé la cazuela con el pescado roteña.
Pero esto no tenía fin: le sugerí a mi pinche que pasara por el pasapuré el tomate frito recién hecho, y que posteriormente lo distribuyera en los tarritos de cristal que tengo al efecto, para su congelación. Él, a continuación, preparó el lavavajillas con todos los cacharros que se iban ensuciando.
Terminó la cocción del caldo de pescado y le dije que había que guardarlo en varios tarros de cristal; para diferenciar el fumet del caldo de carne, rodeo los tarros con una goma elástica. El sofrito me seguía dando trabajo, pues debía hacerse lentamente, con un vaso de manzanilla pendiente de evaporarse.
Mientras tanto, se iba haciendo el puré de calabacines, al que añadí la nata y la sal. Llegó la hora de cenar y, a mi hijo, que acababa de llegar de la Facultad, lo recluté para hacer las tres tortillas francesas. Así que, sobre las 21 horas apagamos la luz de la cocina, dando por terminada la jornada de guisoteo.
Ya lo sabéis, el que ose visitar inocentemente la cocina de una ama de casa laboral, en horas de máxima audiencia, se arriesga a que le hagan toda clase de encargos o tareas auxiliares interminables de cocina. Y es que en los fogones, se sabe la hora de comienzo pero nunca la del final. Ayer, gracias a mis ayudantes, cocinar fue mucho más llevadero.
5 comentarios:
Mi reconocimiento, Charo, a tu marido y a tu hijo. Eso es trabajo colaborativo y participativo. Pero, sobre todo, es una muestra de convivencia humana, no machista, razonable, cariñosa y ejemplar.
El día que los vea propicios, le mando tu post a mis alumnos, para que vean lo que es bueno.
Charo, soy la cocinera principianta, me sigue encantando tu blog. Me voy a animar con las berenjenas rellenas en cuanto acabe de corregir exámenes. Los caldos que hiciste y guardaste en tarros, para conservarlos los congelas ¿verdad? A lo mejor alguna pregunta mia te parece un poco tonta, pero es que estoy trantando de aprender. Un abrazo
Hola a los dos.Manuel, me parece bien tu propuesta. Sería un honor. A ver si los niños valoran lo que les ofrecen sus padres en casa.
Un abrazo.
Y en cuanto a tí, cocinera que dices ser principianta, no te preocupes, yo tampoco soy una gran cocinera; simplememnte voy aprendiendo. Como ves, el tomate frito una vez frio se puede congelar en tarritos. De ahí saco para las lentejas semanales, para el arroz con verduras (ver recetas) y para pastel de pescado. Son un auténtico "fondo de cocina".
Y lo mismo ocurre con los caldos de pescado o verduras.Hay que tenerlos siempre en el congelador.
Un abrazo. Gracias por tus comentarios.
Que ocupados y entretenidos que estuvisteis ambos, eh?
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