jueves, 18 de diciembre de 2008

Comidas de empresa con glamour

Como la que tuvimos el pasado viernes en Cádiz, en la casa-palacio de la calle Veedor, 3. Propiedad del empresario hostelero Pablo Grosso, está previsto instalar en ella un hotel de 5 estrellas y un restaurante japonés. Pero mientras se proyectan y empiezan las obras, acoge en sus bellos salones toda clase de celebraciones. De estilo isabelino, presenta una espectacular fachada ordenada en pisos e hileras de vanos de diferentes tendencias.

Saqué algunas fotos de la magnífica casa, de la que me asombraron los frescos de las paredes, pintados por José Camarón, autor de una pintura existente en la Santa Cueva de Cádiz, junto a los de Goya. La categoría del pintor en la casa da idea del buen momento económico y social por el que pasó la ciudad en el siglo XVIII.

En esa casa residió mientras estuvo en Cádiz –por lo que he leído- el Duque de Wellington, Arthur Wellesley, llegado a la ciudad para ponerse al mando de las tropas anglo-españolas contra el francés en diciembre de 1812. También leí que durmió en ella allá por 1844 el cardenal Wiseman, hijo de un comerciante irlandés, nacido en Sevilla, y que llegó a ser la máxima autoridad de la iglesia católica en Irlanda. (Escribió la novela Fabiola, luego llevada al cine como Quo Vadis). El equipo de la película de James Bonds “die another day” alquiló la casa para el rodaje en Cádiz, aunque el protagonista Pierce Brossnan, no llegó a alojarse en ella.

Me cuentan que en la planta baja de la finca de calle Veedor, estuvo funcionando durante muchos años de la primera mitad del siglo XX la sede de la Beneficencia, dirigida por el dueño de la casa, Miguel Aramburu y por Elías Aguja, máximo ejemplo de benefactor (espero tener más información de estos personajes). Allí estuvo instalada también la antigua Banca Aramburu, una de las entidades financieras que florecieron en Cádiz, en el siglo XVIII, al servicio del comercio local.

Y volviendo a la comida, junto al glamour del lugar, resaltar la agradable reunión de compañeros de todas las edades. Como por ejemplo, Celia, cordobesa en Cádiz, que lleva menos de dos años trabajando con nosotros, toda la vida laboral por delante, y el envidiable entusiasmo de la juventud.

Y al tratar inevitablemente de cocina, Celia me habló de los pestiños que había hecho con una antigua receta de la familia; le rogué que me la pasara y así lo hizo. Gracias Celia.

Como tesoro material del almuerzo, me encontré con una valiosa receta gracias a la interacción de las charlas entre personas de diferentes edades; también a Celia se la pasó su abuela. El tesoro espiritual fue una vez más el contacto con los compañeros, en una casa gaditana llena de historia, como lo prueba la lápida situada en su fachada.

3 comentarios:

Manuel Casal dijo...

Charo: ¿En esta casa palacio estuvo en tiempos un restaurante que se llamaba algo así como El patio o La montera o algo por el estilo? Recuerdo que era una calle que iba a dar a la plaza de San Antonio, pero no sé si era Veedor o era otra. ¿Tú lo recuerdas?

Candela dijo...

Que interesantisimo articulo, Charo. La proxima vez que vaya a cadia (ya te contare mi odisea para dejar esta isla, estoy atrapada aqui...) tengo que ir a visitar este edificio.

Anónimo dijo...

No recuerdo lo del restaurante, ni nadie me lo ha contado. Estoy, es sí, a la espera de contar algo sobre la Beneficiencia que hubo allí. El penúltimo dueño fue el médico Dr. Lallemand, quien además de vivir en la casa, tenía en ella su Laboratorio.
Y también estuvo alojada una especie de peña de amigos.