martes, 13 de abril de 2010

Incunables

Este juego de fuente y platos –de los que falta uno- me los regaló mi tía Adela. Dice que a ella se lo obsequió -siendo joven- una anciana octogenaria vecina suya, y que procedía de su ajuar de bodas. Se trata de un bello conjunto, como adorno por supuesto o para utilizar como panera o fruteros. porque su superficie está calada. Pueden tener tal vez unos ciento treinta años…


Aquí va una licorera labrada que lleva un original tapón en forma de pájaro. Perteneció a los padres de mi marido no sé desde cuando, si con motivo de su boda o fue anteriormente. Pero es preciosa. Tiene sus seis vasitos a juego. Actualmente está llena de Pedro Jiménez, un vino muy adecuado a su estilo. Las licoreras evocan reuniones de tertulias relajadas y hoy se ven poco.

Y por último, hemos fotografiado  estos vasos serigrafiados con dibujos decimonónicos los rescató de la basura mi cuñado allá por la Costa del Sol. Al parecer procedían de unos ingleses que se mudaban de casa, y que los dejaron perfectamente embalados y colocados en sus cajas, tal vez sin estrenar aún; el caso es que no pudo resistir la tentación de cogerlos, y luego me los dió a mí.. Eran cuatro y ya se han roto dos. No creo que tengan muchos años, pero me encantan. Los utilizo para el zumo de naranja del desayuno.

A veces me pueden. Me enamoro de ellos fácilmente. Los observo, los vuelvo a mirar y parece que me están contando cosas; su pasado, su vida social, sus disgustos junto a los dueños que los utilizaron, luces y sombras de la vida humana, pobrezas y riquezas económicas y espirituales. Con nosotros vuelven a tener otra vida, una oportunidad de segunda vida, o tercera, en la que sus vibraciones se reactivan y vuelven a hablarnos. Ya no son piezas de museo, ahora intervienen en los movimientos culinarios, tan vinculados a las personas. Los admiro, los valoro, les pregunto cosas, les doy conversación. Aunque es cierto que no les pregunté si deseaban reciclarse o pasar directamente a la jubilación. Tendré que negociar con ellos.

Un simple fregado les ha devuelto la pureza de otro tiempo. Y aquí están de nuevo, aportando glamour a nuestro ajuar moderno y funcional de finales del siglo XX y principio del XXI, sirviendo de puente entre dos o quizás tres generaciones. Ya son únicos, como también las personas lo son y lo fueron y lo serán.


Un bordado antiguo, un vaso, un plato, una licorera se vuelven mágicos a nuestra vista. Tal vez por valorar que presenciaron una época de la que ya no tenemos información, porque no queda nadie vivo. Para eso están, para ser testigos de otro modo de vida y otra forma de pensar. Al contemplarlos estoy conversando con ellos y conversando conmigo misma. Por eso les sigo interrogando. Por eso me pueden.

7 comentarios:

Candela dijo...

Me encantan esos platitos con dibujos florales, son muy tea-time!! Pero para fregar esa redecilla de ceramica no veas!!

Charo Barrios dijo...

Sí es cierto, son difíciles de fregar. Además tienen un filito dorado que da cosa meterlos en el lavavajillas. Pero me encantan...

Inma dijo...

Lo que mas me gusta son los platos, ¡cuantos años!.
Tienes toda una joya en casa con esos platos.

Un beso:

Inma

TUBAL dijo...

Son preciosos y delicados.
Me ha encantado leerte...es cierto que cada uno de nosotros en casa, tenemos nuestras joyas, que incluso lo emocional supera a su valor económico,y yo también me declaro toda una sentimental.

susana dijo...

que bonito.... yo tengo muchos utensilios de estos, platos, un quinque de cristal y otro de cobre preciosos de mi tatarabuela y bisabuela, una palangana y jarra de estas que se ponian en las habitaciones.... todo de hace 100 años o mas. y tengo un chinero, sabras lo que es verdad.

Charo Barrios dijo...

Caramba ¡veo que estos objetos antiguos son muy valorados en nuestras casas!.
Desde luego, mezclados con la decoración actual quedan de maravilla.

Gabriel dijo...

Cada objeto que permanece, que resiste el paso del tiempo, nos llama para conversar un instante durante el tiempo que le hacemos caso. La magia está en imaginar con él qué escenas, qué rutinas o -por el contrario- que situaciones extraordinarias se han vivido junto a él. Quitar la sed a un chiquillo o invitar a a merendar a un enamorado que durante toda la tarde no ha sido capaz de volver a poner una taza de nuevo en el plato.
Insisto, es un momento y el vaso, o la licorera, nos lo contarán. En voz baja, seguramente.