Hace 31 años fue mi iniciación. Tiempos en los que mi flamante Seat-600 blanco (de segunda o tercera mano) podía aparcar fácilmente junto al recinto ferial. Este año de nuevo he pasado bajo la portada, símbolo de la ciudad semanal sevillana, capaz de acoger a un millón de personas en sus más de mil casetas ruidosas. De la cocina de cada una de ellas, saldrán estos días muchas tortillas, pescado frito y embutidos cortados sobre platos.
La portada de la Feria de Sevilla 2010, inaugurada a las 0.00 horas del martes 20, es un diseño del joven artista José Manuel Peña Jiménez, presentado bajo el lema “Blériot XI”, avión militar que realizó el primer vuelo hace ahora cien años, partiendo de la base sevillana de Tablada. Y en el cuerpo principal de la estructura, figura el NO&DO, símbolo de la ciudad, con el escudo municipal y presidido por el rey San Fernando.
Y digo que me inicié en esto de las ferias porque entonces tuve que afanarme en aprender las cuatro sevillanas cuatro por mí misma, consiguiendo salir más o menos airosa del trance inevitable de bailar en la caseta.
A pesar del tiempo transcurrido, yo sigo viendo la Feria igual que antes, y, por supuesto, siempre bajo mi óptica femenina. Los trajes de flamenca son cada vez más bonitos al igual que los complementos, que se superan en diseño y belleza, para un vestido regional sujeto siempre a la moda, y que consigue favorecer a todas las mujeres, sin distinción de edad o peso.
Las casetas son hogares provisionales con derecho de admisión, porque cada uno invita a su casa a quien le da la gana. En ellas se desarrolla una intensa vida social, con encuentros de amigos, familiares y compañeros de trabajo. Allí -mientras se come y sobre todo se bebe- se repasan novedades laborales, sentimentales o simplemente sociales, reafirmándose la complicidad del grupo hasta en los mismos saludos. La Feria de Sevilla es la fiesta de la seducción femenina. Es ella la que se luce, la que protagoniza el baile y la que es sin duda el alma de la fiesta.
Serán 675 millones de euros los que, según estimaciones municipales, dejará la Feria en la ciudad. Pero durante esta semana muchos vendedores ambulantes ofrecerán flores, tabaco o lotería. Menos mal que ya no se ven niños gitanos junto a sus padres en la fría madrugada, en algo vamos progresando. En las cocinas de las casetas no habrá tregua desde las doce del mediodía hasta las seis de la mañana; serán jornadas maratonianas, con calor, malos olores e incomodidad para los que allí trabajan, y habrá también algo o mucho de economía sumergida, aunque todo esté suavizado con la música de las cuatro sevillanas.
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