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viernes, 15 de octubre de 2010

Paño cubre jamón

No puedo presumir. Ahora no tenemos jamón en casa. No sé si estas navidades compraremos alguno. Sí que tenemos una tabla muy apañada que alguna vez que otra ha cobijado una hermosa pata de jamón de bellota, y eso si que es imprescindible.

Pero hoy quiero enseñar el regalo que me ha traido mi querida cuñada María Jesús, que estuvo buscando por mercadillos y tiendas de artesanía hasta encontrar este paño tan bonito para cubrir el jamón colocado en la tabla, y que se adapta perfectamente a la forma, no tanto para proteger el corte –pues directamente sobre él iría un trozo de papel film- como para decorar y embellecer el grupo escultórico que resulta de tal producto del porcino, siempre deseado y amado por todas las personas de bien.

Mientras tanto, la tabla está a la espera de que le demos trabajo y el paño también. Gracias María Jesús.

No os perdáis este simpático vídeo gaditano, pensemos en el jamón.

lunes, 9 de agosto de 2010

Últimas inversiones, digo adquisiciones

Estas tres fuentes –ovalada, redonda y cuadrada- las conseguí con el Diario de Cádiz, con el ejemplar del domingo y una pequeña cantidad en efectivo. Son magníficas y de bello diseño para poner en la mesa. Van para el microondas y el horno convencional. Ya he probado dos de ellas. Van muy bien y además quedan divinamente en la mesa.

Por otro lado, no pude resistir comprar esta simpática doble paleta, que sirve para sacar los huevos fritos de la sartén y pasarlos al plato o a la fuente, pues se adaptan al tamaño de éstos. ¿a que es monísima?.
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Y ya por obligación, tuve que comprar una deshuesadora de fruta (cerezas por ejemplo y aceitunas; fue para preparar un tartar de postre y el hueso había que sacarlo inevitablemente. Es un gran invento esta herramienta, lo aseguro.
La paleta para huevos fritos la compré en el Corte Inglés, la tenían de promoción en la planta de hogar. Y la deshuesadora en Bazar Victoria. A este paso tendré que ampliar la cocina…

Y para acabar,  comentaros que traje del mercado central de Cádiz una fruta para mí desconocida: la platerina (paraguayo y nectarina). Al parecer se cultiva en la zona de Lérida-Fraga, pero también se está implantando en la comarca de Don Benito (Badajoz), con el criterio de obtener una fruta de la mayor calidad, procedentes de grandes fincas. Las dos webs de empresas que la comercializa, dasben  y provedo, dicen de esta fruta que es “aromática, fresca y dulce, con una agradable sensación chispeante en la boca, y que su árbol es fácil de manejar y muy productivo. Es un fruto duro en el árbol y duradero en poscosecha, con carne firme y muy jugosa, con mucha personalidad y divertido a la vez de agradable”.

Y en cuanto a su valoración, es “un producto alegre y fresco, una golosina natural, pensado para la población infantil, aunque a muchos adultos les sacará el niño que llevan dentro. Es muy atractivo por su coloración y forma e interesante por su precocidad, en un árbol muy elástico en cuanto a necesidades climáticas, trabajando bien desde el Valle del Guadalquivir hasta en zonas altas del norte peninsular”.

viernes, 6 de agosto de 2010

Supervivientes

Ha pasado mucho tiempo, nos hemos ido rompiendo y quedamos pocos; pero, a pesar de algunas lascas en los bordes, seguimos siendo bellos. Por algo nuestro cristal es de la mejor calidad, así como el tallado de nuestras paredes. Todavía notamos la cara de admiración que pone Charo cada vez que nos coge en sus manos. Y es que hoy hemos tenido una sesión fotográfica. Luego me han pedido que escriba algunas palabras, como éstas, a mí, la jarra del juego de cristalería.

Éramos un gran equipo, una familia completa, de cinco edades o tamaños: agua, vino blanco, tinto, licor y cava, cinco usos o destinos distintos. Estuvimos mucho tiempo en el escaparate de una de las mejores tiendas de regalos del centro de la ciudad, hace muchos años, creo que alrededor de 60. Y fuimos regalo de una boda en los años 50, de Paco y Maruja y de Eloisa y José Luis a finales de los 30. En el primer caso, nos llevamos muchos años tras las vitrinas del mueble del salón, donde descansábamos entre fechas de onomásticas, bautizos y sobre todo navidad. Con nosotros se disfrutaba el buen vino y el licor.

Somos supervivientes, porque aquellos a los que servimos en nuestros momentos de gloria ya no están y sin embargo nosotros sí. Porque ahora, en esta segunda o tercera edad, esperamos con la misma ilusión volver a llenarnos de buen vino, o tal vez de cava, y que nos muevan en un brindis de ojos brillantes y sonrisa sincera, porque para eso fuimos fabricados. Porque amamos la vida como todo el mundo.

Ahora, desde nuestra nueva vitrina vemos adelantos impensables allá por los 50 y cambios en el modo de vestir de la gente, incluso hay una máquina llamada lavavajillas que nos deja como nuevos. Y sobre todo, queremos decir que nos encanta mezclarnos con los vasos jóvenes de cristales poco nobles, dignos de otra clase social, porque la juventud también es un grado. Podríamos contar muchas historias de amor, amistad, tristeza, alegrías y ausencias. Y solo deseamos estar en momentos y personas que valoren la felicidad. Para ser feliz, lo primero es saber adaptarse a los tiempos… ¡va por todos vosotros, amables lectores del blog!.

martes, 27 de julio de 2010

Alarmas avisadoras en la cocina

Trabajamos en diferentes destinos, formando parte del llamado dispositivo de seguridad de la cocina, para prevenir quemaduras de cacharros y estropicios de guisos, asados y cocciones, si al cocinero se le va “el santo al cielo". Estamos junto al fuego (vitro, inducción, hornillas), en los hornos convencionales y microondas, en la thermomix, en la nevera, pero también en la lavadora. Somos artilugios digitales de tiempo con una campanita avisadora que hoy vienen incorporados de fábrica a todos los electrodomésticos.

Eso sí, somos insobornables, pitamos cuando el tiempo se cumple, y a menos que haya alguna avería ajena a nuestra voluntad, somos inexorables. Productos de la tecnología más elemental, pero adelanto al fin y al cabo, buscando ayudar al cocinero a no meter la pata. Queremos que se le dé el tiempo justo a las cosas, que se consiga la calidad sin errores. No obstante, hay quien no nos acepta, y prefiere regirse por su propio instinto básico. Pero el cocinero/a de hoy nos necesita, porque siempre hace varias cosas a la vez.

Somos insistentes, plomazos, hasta conseguir que el cocinero, que posiblemente tuvo que ausentarse, distraído en otros quehaceres, como actualizar un blog por ejemplo, regrese a la realidad de la cocina, desconecte o suavice la intensidad del fuego, o cierre correctamente la nevera, cuya puerta tal vez quedó entreabierta. Somos los árbitros del tiempo en la cocina. No descansamos ni nos casamos con nadie. Nos da igual que estén hablando por el móvil, viendo la TV o leyendo la prensa; siempre interrumpimos llegado el momento.

Gracias a nosotros, el usuario comprobará: que se acabó el lavado de la ropa y hay que tender; que la carne que va para estofado ya debe estar tierna; que el bizcocho ya está en su punto; que los huevos ya están duros, o que el puré de verduras en la thermomix ya puede servirse. Y sobre todo, que todas las tareas pueden simultanearse.

El tiempo es algo más que una variable, pues mide también los excesos. La vida está llena de alarmas, de avisos, que a veces no queremos oír, que a veces se quieren silenciar por considerarse políticamente incorrectas; pero son llamadas al orden, toques de atención, cosquis inesperados. Algunos avisadores deberían tener contrato fijo: el de la pereza, de la indiferencia, de la falta de respeto, insolidaridad y de la mentira, aunque molesten por ser inoportunos. Nosotros seguiremos con nuestro trabajo, que para eso nos pagan.

martes, 13 de abril de 2010

Incunables

Este juego de fuente y platos –de los que falta uno- me los regaló mi tía Adela. Dice que a ella se lo obsequió -siendo joven- una anciana octogenaria vecina suya, y que procedía de su ajuar de bodas. Se trata de un bello conjunto, como adorno por supuesto o para utilizar como panera o fruteros. porque su superficie está calada. Pueden tener tal vez unos ciento treinta años…


Aquí va una licorera labrada que lleva un original tapón en forma de pájaro. Perteneció a los padres de mi marido no sé desde cuando, si con motivo de su boda o fue anteriormente. Pero es preciosa. Tiene sus seis vasitos a juego. Actualmente está llena de Pedro Jiménez, un vino muy adecuado a su estilo. Las licoreras evocan reuniones de tertulias relajadas y hoy se ven poco.

Y por último, hemos fotografiado  estos vasos serigrafiados con dibujos decimonónicos los rescató de la basura mi cuñado allá por la Costa del Sol. Al parecer procedían de unos ingleses que se mudaban de casa, y que los dejaron perfectamente embalados y colocados en sus cajas, tal vez sin estrenar aún; el caso es que no pudo resistir la tentación de cogerlos, y luego me los dió a mí.. Eran cuatro y ya se han roto dos. No creo que tengan muchos años, pero me encantan. Los utilizo para el zumo de naranja del desayuno.

A veces me pueden. Me enamoro de ellos fácilmente. Los observo, los vuelvo a mirar y parece que me están contando cosas; su pasado, su vida social, sus disgustos junto a los dueños que los utilizaron, luces y sombras de la vida humana, pobrezas y riquezas económicas y espirituales. Con nosotros vuelven a tener otra vida, una oportunidad de segunda vida, o tercera, en la que sus vibraciones se reactivan y vuelven a hablarnos. Ya no son piezas de museo, ahora intervienen en los movimientos culinarios, tan vinculados a las personas. Los admiro, los valoro, les pregunto cosas, les doy conversación. Aunque es cierto que no les pregunté si deseaban reciclarse o pasar directamente a la jubilación. Tendré que negociar con ellos.

Un simple fregado les ha devuelto la pureza de otro tiempo. Y aquí están de nuevo, aportando glamour a nuestro ajuar moderno y funcional de finales del siglo XX y principio del XXI, sirviendo de puente entre dos o quizás tres generaciones. Ya son únicos, como también las personas lo son y lo fueron y lo serán.


Un bordado antiguo, un vaso, un plato, una licorera se vuelven mágicos a nuestra vista. Tal vez por valorar que presenciaron una época de la que ya no tenemos información, porque no queda nadie vivo. Para eso están, para ser testigos de otro modo de vida y otra forma de pensar. Al contemplarlos estoy conversando con ellos y conversando conmigo misma. Por eso les sigo interrogando. Por eso me pueden.

jueves, 25 de marzo de 2010

Últimos compras en el bazar

No paran de salir cosas nuevas para la cocina. Concretamente la silicona está triunfando y con razón, porque es un material resistente, limpio y sirve para todo. Pero bueno, aquí van las últimas cositas que he comprado y que creo que me van a ser muy útiles.

Agarraderas. Son de silicona, una para cada mano, y tienen la ventaja de que se adaptan muy bien al borde del cacharro, por ejemplo a la bandeja del horno. Se friegan en el lavavajillas y son muy resistentes a las altas temperaturas. A mí me parecieron originales y modernas, pero por lo visto ya las tiene todo el mundo.
Picadora manual multiusos. Este cacharro sí que lo estaba echando de menos. Porque es capaz de trocear en diferentes tamaños toda clase de verduras, y concretamente para las patatas-paja, ideales para el bacalao al douro, que aún no me he atrevido a hacer. Ya tengo este chisme y por algo se empieza.
Tapaderas para vacío. Estas tres simpáticas tapaderas de goma se colocan sobre vasos o tarros de cristal, con la peculiaridad de que hacen el vacío, con lo que el producto envasado prolongue su duración. Me han parecido muy originales, la verdad. Se consigue el vacío con una simple presión en la parte superior de la tapa. Al ser elástica, se ajusta perfectamente a recipientes de distintos diámetros. Los tiempos de conservación van desde los dos tres días de las comidas preparadas hasta los siete días para la fruta y la verdura cruda (restos).


(Nota: en el Bazar sevillano ya nos hablamos de tú)

sábado, 9 de enero de 2010

Regalos de Reyes blogueros


Llevo muchos años hablando con los Reyes para encargar los regalos de mi familia, con lo cual, llegado el día 6 son ya pocas las sorpresas que me esperan. Pero este año, Sus Majestades me han dejado pequeños objetos de uso cotidiano en la cocina, cada uno con originalidad o encanto. Yo los enseño por si a alguien le interesa:



Tarro ligador de salsas: Se trata de un frasco de vidrio con un mezclador manual interior, que permite ligar las salsas. Además, en la superficie exterior del mismo, están las medidas de los respectivos ingredientes para hacer vinagretas o aliños de todo tipo en su correcta proporción. Se trata sin duda de un cacharrito muy útil.



Jabón de acero de cocina: Es un jaboncillo para las manos, que aprovecha las propiedades del acero para eliminar fácilmente aquellos olores fuertes de la cocina que tardan en desaparecer (de pescado y ajo sobre todo…). Frotar treinta segundos las manos bajo el agua con este jaboncillo son suficientes para que las manos del cocinero/a vuelvan a quedar suaves y perfumadas como antes. Trae un soporte incorporado.


Guantes de fregado fashion: me encantaron en cuanto los ví. El color que tienen es el de los guantes de goma de siempre, con los que hemos fregado y limpiado la casa, para proteger las manos de los productos agresivos. Estos guantes traen un mejor acabado en su prolongación con adornos, y además están hechos de un material natural, inofensivo para la piel. Realmente son una monada dentro del conjunto estiloso del diseño de la cocina.


El pack del día 6 se completa con un apoyacucharas de cerámica, a juego con el color de los muebles de la cocina, y un abridor (descapsulador) de botellas con un mango de cristal. Los Reyes Magos se han portado muy bien con Comeencasa.




martes, 17 de noviembre de 2009

Frivolidades

Gracias al Diario de Cádiz he podido reunir una serie de cacharros de silicona, entre los que están estos magníficos cubiertos de cocina. Digo magníficos porque son fuertes y al mismo tiempo delicados con sartenes y cacerolas, pues nunca los rayan. Ya están colgados en la pared y han quedado estupendos. Son muy disciplinados y conservan perfectamente la formación. Así me gusta, atentos a las órdenes del cocinero….

Llevaba tiempo preocupada por eso de confitar el bacalao, es decir, prepararlo de modo que salga la gelatina sin que llegue a cocer. Para ello es imprescindible alcanzar y no sobrepasar una determinada temperatura. Y un termómetro es la respuesta. Sí, ya sé que es el colmo del pijerío en la cocina, pero no he podido evitarlo. Ahí está, dispuesto a velar por los grados necesarios de calor. Y lo de preparar el bacalao al pil-pil queda dicho para lo antes posible en el blog.

Y este especiero de cristal y alpaca me lo regaló mi tía Manoli, que de vez en cuando aprovecha mis visitas para obsequiarme con estas reliquias de la cocina –todas de buena calidad- que sabe que me encantan. Éste especiero tiene más de cuarenta años y es precioso. Contiene seis botes pequeños de cristal. Yo los he rellenado con las especies más frecuentes: orégano, comino, pimienta blanca, clavos, pimentón y pimienta de Jamaica (llamada también madreclavo), recomendada por mi amigo Mariano, un sabio de las especias.

Esta cocina crea constantes inquietudes. Nos obliga a estar alerta sobre cualquier nuevo invento o cacharro que pueda contribuir a mejorar las técnicas cocineras, la presentación de la comida hecha, la formación cultural que aportan los libros de cocina o un toque de belleza al ambiente. Teoría y práctica; todo es poco para experimentar, para probar, para intentar o para descubrir. Es una humilde cocina casera, pero como tantas otras, es todo un laboratorio de ideas, con aspiraciones de llegar a ser de utilidad para alguien.

jueves, 29 de octubre de 2009

Dos aceiteras y un destino

Al cocinar carne o pescado, no puede ir una sin la otra. Son auxiliares del reino de la fritura, tradicionalmente deseado desde los egipcios, maestros en este oficio. Desde el imperio de las patatas que constituirán nuestra entrañable tortilla hasta las croquetas más o menos legales (léase caseras), pasando por los pimientos o los filetes empanados, testigos de almuerzos playeros guardando la digestión, sin olvidar la magia de unas acedías fritas con el mejor aceite de oliva.

El caso es que no faltan –o no deben faltar- en ninguna cocina, aunque es cierto que las aceiteras pertenecen al submundo de los fogones, pues apenas están visibles. Cada una a lo suyo, con su rótulo carne o pescado. La primera recoge el aceite menos dañado, menos perjudicado, y que puede reutilizarse varias veces; pero la segunda, que guarda el de las frituras harinosas, tiene muy claro que solo servirá para uno o dos usos, no más, pues insistir sería nocivo para la salud. Las aceiteras están acostumbradas a recibir el aceite a temperaturas insoportables procedentes de la sartén de turno.

Ellas tienen muy claro que el aceite que almacenan deberá ser reciclado debidamente, y que éste no deberá ir a parar a desagües ni al inodoro. De hecho, gracias a su influencia, han conseguido que se habiliten contenedores en determinados lugares de la ciudad, o incluso en los llamados puntos limpios. Las aceiteras son gente muy responsable y muy comprometidas con el medio ambiente.

No obstante, tengo la sensación de que han perdido popularidad debido al uso de la freidora, cacharro muy de moda en las cocinas, pero que yo me tengo prohibido en la mía por hacer una excesiva apología del frito en las casas, cuando éste debe estar limitado a determinadas ocasiones y para ello cualquier sartén dará su avío.

Sí, estoy de acuerdo con que unas buenas papas fritas son auténtico patrimonio de la humanidad, pero no hay que abusar de ellas, porque ningunean a las saludables verduras.

Y como material didáctico, aquí va el texto de mi bloguero amigo Pablo Neira, que da unos interesantes consejos sobre la fritura, contando toda la verdad.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Dos peladores –becarios- en Comeencasa

Acaban de incorporarse al equipo. Pertenecen al diseño más actual y joven de los que habitan las cocinas. No hay más que verlos. Sus colores rojo y verde resaltan entre los demás utensilios. Son de Casa, una franquicia que comercializa artículos de decoración de hogar, cocina y baño. Tienen un precio muy asequible (7,99 euros lo dos) y son de la marca Syliss essentials. Pero bueno, son un simpático juego de peladores de tomate y de patata, en rojo y verde respectivamente.

Todo empezó con el guiso de ternera de María José. En este post, un comentario aludía a la posibilidad de que algún tomate de este plato no hubiera sido sometido a peladura previa al sofrito y esta sospecha había que investigarla desde Asuntos Internos. Por cierto, mi cuñada, la cocinera, me aseguró que no, que esta ternera no lleva tomate, sino pimientos rojos. Aclarado el misterio, el caso es que la idea de tener un buen pelador especialista en tomate me atrajo desde el primer momento, pues me veo obligada en multitud de ocasiones a tener que escaldar los tomates en agua hirviendo, con el tiempo que eso lleva.

Esta tarde-noche, estos peladores han debutado en mi cocina, pues tuve que pelar tomates para un sofrito y una patata para la base del guiso (ya diré cual). Ambos han superado satisfactoriamente la prueba y han entrado como becarios en la plantilla de Comeencasa, cada día más numerosa. No obstante, aquí los haremos fijos enseguida. Los peladores, como los trabajadores en general, deben tener formación –mis peladores la tienen en origen, en su fábrica suiza-, pero luego tienen que “hacerse”, que madurar en su profesión hasta adquirir experiencia. El salario, aparte de la inversión realizada en su compra, es formar parte de un proyecto gastronómico humano donde todos los cacharros son importantes, porque la cocina está llena de vida. Gracias a mi seguidor por haberme aconsejado la compra.
(Dedicado a Sara, la becaria que comparte con nosotros penas y alegrías laborales)

martes, 8 de septiembre de 2009

Platos nuevos, mejora de look

Fue por las rebajas, que tiran mucho, que “estaban colgando en mis manos”. Los vi apilados, a mitad de precio. Pregunté cuanto me saldrían doce ejemplares de los llanos, hondos y de postre, y el precio final no me pareció desmesurado. Y entonces me decidí. Sabía que podía llegar a un acuerdo con los platos viejos, que lo comprenderían.

Por otro lado, el blog se merece una mejor presencia en los platos, que son constantemente fotografiados. Y pensé que los platos blancos nunca pasaban de moda, aunque éstos tenían unos pequeños dibujos en relieve de igual color. Tengo una magnífica vajilla inglesa que me regalaron en la oficina por mi boda (mis compañeros ahí estuvieron muy acertados) pero que dejo –como todo el mundo- para las grandes ocasiones.

Al llegar a casa me faltó poco para meterlos en el lavavajillas, quitar los anteriores y colocarlos en perfecta formación. Estoy contenta con mis platos. La vida está hecha de pequeñas cosas, y estrenar objetos es tanto como estrenar ilusiones. Y aparte de hermosear mi mesa cada día, el blog es para mí una ilusión. Ahí los tenéis.

martes, 11 de agosto de 2009

Marchando otra de cacharros

Los muebles de la cocina se me están quedando pequeños de tanto chisme. Pero todos sirven –unos más que otros- y facilitan el trabajo de la cocina, tanto en ahorro de tiempo como en mejora de la presentación del plato. Además, cada día me puede más la curiosidad sobre la utilidad de estas cosas. Y es que desde que tengo el blog....tengo bastante más tonterías. No me aguanto ni yo misma.

Son tres los nuevos cacharros que han entrado en casa últimamente, y a los que ya he encontrado un hueco en los armarios. ¡Qué remedio!. Paso a describirlos.

Centrifugador de ensalada. Regalo de tía Manoli, que siempre ha tenido de todo en su cocina, aunque ahora necesita cada vez menos porque apenas guisa. Este artilugio de plástico algo voluminoso sirve para secar las verduras de las ensaladas –lechugas, canónigos, romanillas, etc., previamente a su aliño, de una manera higiénica y rápida, pues contiene un cestillo que una vez cerrada la tapadera, se gira con la manivela y escurre la verdura allí colocada.

Escurridor de congelados: Para descongelar carnes o pescados lentamente. Consta de una rejilla flotante, sobre la que colocamos el producto a descongelar, que va soltando agua poco a poco, evitando manchar a su alrededor, sobre todo los entrepaños de la nevera. El líquido queda debajo de la rejilla y el proceso de descongelado se realiza limpia y cómodamente, o como se dice, “se descongela a su amor”. Su forma alargada se adapta a la forma del pescado.

Sartén ecológica.- Esta compra ciertamente no la tenía prevista, pero es que la sartén de tamaño medio que teníamos para plancha estaba de pena, vieja y bastante desequilibrada. Así que me decidí por este artículo de la tienda de productos ecológicos Huerta de San Miguel en Cádiz. Esta sartén no lleva material de teflón, por lo que no produce residuos tóxicos en los asados. Además, su tapadera lleva cierre con la opción con/sin vapor, y sirve también para toda clase de salteados y guisos. Estoy muy orgullosa de esta sartén. Realmente tiene mucho glamour.

lunes, 13 de julio de 2009

De chinos y pasapurés

Creo que estos dos simpáticos cacharritos son los más representativos de la actividad que tiene una cocina: son prueba de que allí por ejemplo se elabora tomate frito o buenos gazpachos, entre otras cosas, pues informan de las operaciones intermedias de cualquier receta. El pasapurés lo conozco desde siempre en nuestra cocina, y de hecho lo heredé de mi madre. El chino lo incorporé ya al independizarme, y lo cierto es que durante el verano no para de trabajar el pobre. Pero las fotos siguen un riguroso orden de antigüedad.

Cuando aún no se conocían batidora, minipimer ni por supuesto los supermodernos robots de hoy, unas manos sacrificadas y dispuestas dirigían el pasapurés para moler con dedicación y esmero las papillas y guisotes de los niños pequeños y de los ancianos, pues ambas generaciones convivían entonces en los hogares. (La mujer no solía trabajar en aquel tiempo fuera de casa, claro). Mi pasapurés de hoy, incorpora tres distintos tamaños de colador en la rejilla, para conseguir mayor o menor espesor.
En cuanto al chino, que viene acompañado de una maza de madera para presionar sobre el alimento, se presenta con diferentes numeraciones. El mío tiene el 18, adecuado para hogares intermedios de hoy, y he de confesar que solo lo utilizo para filtrar mis frecuentes gazpachos veraniegos, incluso después de ser molidos por mi Termomix, que no llega a trabajar en cosas tan insignificantes, y menos sin un enchufe. Considero este embudo más propio de los profesionales de la cocina, sin embargo, ahí lo tengo.

Pasapurés y chinos en la cocina, dos modos de filtrar pieles de ajos, cebollas, tomates y pimientos pochados, de conseguir mezclas homogéneas en purés de patatas, y de desdeñar pellejitos desagradables de los tomates gazpacheros. Ambos cumplen una importante función en la cocina, pues adaptan lo que ya hemos elaborado, a la medida de nuestro querido destinatario el comensal, por facilitarle la digestión y con ello la salud, ganando en presentación y eliminando restos de pieles indigestas y poco convenientes.

Y aquí va mi comentario romántico: pues estos humildes cacharros me sugieren la idea de la empatía, que no es ni más ni menos que ponerse siempre en el lugar del otro, y para ello trabajan ambos coladores; bonita misión, aunque sacrificada, que muchos deberíamos aprender a lo largo de nuestra vida. La comida -como otros muchos aspectos- se adapta a las necesidades de los demás una vez filtrada, convirtiéndose en cosa bien acabada, con el mejor servicio y la mayor eficacia. La cocina sin pasapurés o chinos llevaría el mínimo esfuerzo, lo justo para sobrevivir. Con estos filtros cocineros, se busca la excelencia, concepto exigente y avanzado en nuestros propios ideales, y sin ellos sin duda faltaría sensibilidad.

Son las tonterías que escribo y que yo misma me creo: la cocina enseña muchas cosas, o al menos hace pensar. ¿O no?

jueves, 21 de mayo de 2009

Peroles, peroles, peroles….

Suena a canción italiana de los sesenta, pero son la unidad de “marines” de la cocina. Por ellos comienza una historia de amor, la de la fusión básica de ajos, cebollas y pimientos con un amoroso aceite de nuestra mejor tierra. Su hierro aporta el envase primitivo y genuino para esta función, y con los peroles comienza la dificultad, el llanto por el efecto de la cebolla. Es un aviso, una prueba, que luego se suaviza al recibir el chorro y aroma de un buen vino blanco; el sofrito se parece a la misma vida.

Humilde cacharro que no pasa de moda ni ha sido aún desplazado –al menos en mi cocina- por sofisticados chismes con materiales de última generación. Los peroles conservan su precio, que solo actualizan con el IPF (¡que bien!), y tienen el mérito de seguir siendo atractivos en los escaparates con el paso del tiempo.

Introductores del guiso, mejoradores del potaje en su intermedio, freidores de tomate o revolteadores de huevos, jamón, gambas o verduras, o abridores de coquinas puntaumbrieñas, son enriquecedores ayudas de cámara para cualquier cocinero/a serio/a.

Mis peroles conviven muchos años en mi cocina, y cuando al cabo del tiempo y de muchos refritos empiezan a desgastarse, me surge la idea de la sustitución de alguno de ellos. Pero aún así siento pena por deshacerme de él y lo dejo en reserva para un desavío. Me gusta guardarlo, respetarlo y contemplarlo incluso en su jubilación, como a los profesionales expertos.

No sé por qué me ha salido hoy esta vena tan sentimental con los peroles de hierro de toda la vida, pero estos clásicos cacharros tienen la virtud de transmitir calor, punto y sabor a muchas comidas del menú nuestro de cada día.

¿Qué haría yo sin mis peroles?

martes, 17 de febrero de 2009

Nuevos inventos para la cocina

El primer chisme que nos propone Bazar Victoria es una práctica máquina para hacer croquetas. Su funcionamiento es muy sencillo. Se coloca la masa en el depósito de la máquina, y se presiona con el mango para que salgan los cilindros por los tres orificios que dispone. Una vez que la masa toma su forma en la bandeja, solo queda darles el tamaño deseado. Tengo pendiente el probarlo.

Y también venden en este establecimiento un original estuche de silicona, que prepara diversas comidas al vapor. Sirve para microondas y para horno convencional. Salmón con verduras, tortilla de patatas, postres, arroz, verduras y otros, son algunos ejemplos de lo que puede prepararse. Por ejemplo, la zanahoria tarda 4 minutos en cocer en el microondas. Se presenta en dos tamaños: individual y familiar (4 raciones).

Tenía prisa por probar este invento tan novedoso. Así que hicimos una tortilla de patatas en dos pasos:
Primero, pelamos las patatas (una mediana por persona) y luego, troceamos pimiento verde y lo pusimos en el estuche de silicona con tres cucharadas de aceite de oliva virgen extra. Cerramos el estuche, y lo ponemos en el microondas a la máxima temperatura, cuatro minutos. Al terminar, añadimos los huevos (uno por persona), pero sin batir demasiado. Y nuevamente al microondas otros tres minutos. El resultado es una tortilla muy ligera, sana y sabrosa. Otra cosa es que ajustemos los tiempos en otra ocasión.

El experimento ha merecido un aprobado. Hemos ahorrado una sartén y sobre todo tiempo. Y desde luego la tortilla lleva menos grasa. Prometo seguir probando otras recetas, como las que trae el estuche.

domingo, 30 de noviembre de 2008

Más cacharros de cocina

Hardware de cocina: dícese del conjunto de útiles, cacharros o chismes, unos más necesarios que otros, pero que nos gusta tener en la cocina. Por eso, no paramos de invertir en complementos, de las más clásicas tecnologías, aunque de resultados más que evidentes. Éstas son las últimas adquisiciones realizadas en Bazar Victoria de Sevilla, donde además nos informan con extraordinaria amabilidad de todos ellos.

Compré un molinillo para la pimienta negra en grano. Sí, ya sé que es una cosa muy vista, pero no se me había ocurrido comprarlo antes, por aquello de que utilizo poco esa especia. Los profesionales de la cocina, lo sacan constantemente en los programas televisivos. Pero bueno, ya lo tengo.

Llevaba tiempo detrás de una placa difusora. Los círculos de fuego de la vitrocerámica me limitan las dimensiones del cacharro con el que voy a cocinar, por un lado, y además resultan teóricamente incompatibles con las cazuelas de barro. Por ello, esta placa difusora cumple una doble función: prolongar el calor de la vitro hacia cacharros mayores y por otro evitar daños al guisar con cacharros de barro, en los que sale la comida tan rica.

Por último un rallador de acero inoxidable, de lo más sencillo. Concretamente éste, viene estupendamente para la verdura. Ya lo hemos probado; es útil, cómodo y reduce lo rallado a un tamaño perfecto. Hay otro rallador para profesionales, más caro, pero a nosotros, la verdad, éste nos ha ido bien.

Todos estos utensilios son más antiguos que el hilo negro. Pero siguen cumpliendo la función de ayudar y facilitar la preparación de recetas del día a día en la cocina. Esto se lo habría contado a cualquier amigo al encontrármelo por la calle. En esta ocasión, he preferido contarlo en el blog por si sirve de algo.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Pamplinas útiles para la cocina

A mayor antigüedad en la cocina (no he dicho experiencia, solo antigüedad), crece mi curiosidad por conocer el mundo de los cacharros y accesorios que habitan en los fogones desde siempre. Al fin y al cabo, todos los utensilios de cocina, básicos o innovadores, sencillos o sofisticados alivian el penoso e inevitable trabajo de cocinar a diario.

Siempre pienso (con mentalidad de maruja), que la cantidad y variedad de los cachivaches de una cocina cualquiera deberían guardar relación con el trabajo desarrollado en la misma, decir, al volumen de guisoteo albergado. He visto cocinas equipadas con lo más actual del mercado, en la que solo se calientan pizzas y sándwiches o se hacen patatas fritas con huevo. (Incluso una cocina excesivamente limpia da mucho que pensar….).

La semana pasada pasé por el escaparate del
Bazar Victoria, en Sevilla, pero esta vez estaba abierto y no pude resistir entrar, fue superior a mis fuerzas. Me gasté 11,35 euros, y salí contentísima con estas cuatro adquisiciones:

Un pelador de patatas, con diseño distinto al tradicional. Me dijo el comerciante –un señor encantador y profesional experto- que este modelo lo había traído a petición del público, que siempre lo reclama. Lo he probado y pela fenomenal. Tiene doble uso, además de pelar, corta la patata en formato patata-paja, ideal para bacalao al douro o para nido de patatas.

Los profesores de la Escuela de Hostelería de Sevilla lo llevaban en su maletí
n de herramientas: un cortador de judías verdes. Es un gran invento; colocas la judía en su interior, como si fuera una guillotina y te la devuelve sin las puntas y sin los hilos laterales.


El molinillo de queso es muy útil. El queso rallado es imprescindible en la cocina, para terminar muchos platos. El queso curado, que a veces se queda muy duro para comer, se trocea y se introduce en este molinillo, que lo deja rallado muy fino, y que luego se conserva en un bote en la nevera perfectamente siempre que el queso se haya endurecido lo suficiente.

Y por último, un chisme sencillo pero que también tiene su momento: el separador de yemas. La repostería exige en muchas recetas separar yemas de claras, y este invento lo hace fácilmente.

El Bazar Victoria es un lugar para perderse admirando sus existencias, una especie de pasarela Cibeles de la cocina. Baterías de cocina, cuchillería, abridores, planchas, cristalería, cacharros que imitan a los antiguos, etc. y toda clase de chismes maravillosos para hacer nuestra cocina más llevadera, sobre mostradores de madera añeja, que le añaden un especial encanto.

Recuerdo el Bazar Español en Cádiz, en la calle San Francisco, del que aún se conserva la fachada. También recuerdo alguna anécdota de él. Los bazares se van perdiendo a favor de centros comerciales (donde uno no encuentra nada) y tiendas de todo a cien (de mala calidad). Pero no es lo mismo. Me he dado cuenta de que estoy enganchada a los bazares antiguos. Ya os traerá algunas novedades. La cocina evoluciona constamente y sus utensilios también.

lunes, 28 de julio de 2008

Aquellas pequeñas cosas…

Porque su tren vendió boleto de ida y vuelta, y porque han sobrevivido a sus dueños. Y hoy, gracias a ellas, la cocina nos va transmitiendo recuerdos, memorias del trabajo hecho para los demás entre cacharros y durante muchos años. Pero eso solo lo percibe y lo valora el que quiere.

Entre mi hermano y yo conservamos –entre otros- estos dos humildes objetos, reliquias de la cocina de nuestros padres: una fuente alargada de aluminio y un pelador de patatas. La fuente albergó muchas y muchas ensaladillas, cuando aún eran un plato novedoso en el menú familiar. Recuerdo que entonces la marca de la mayonesa de bote era Musa. Mi madre preparaba los ingredientes con mimo, sin prisa y sin pausa, mientras nosotros entrábamos en la cocina de vez en cuando a curiosear y a celebrar el plato elegido. La ensaladilla se remataba con una decoración de aceitunas y pimientos morrones. El caso es que su sabor aún no se me ha olvidado del todo.


En cuanto al pelador de patatas, objeto intransferible de mi padre, venía a apurar el mediocre mondado (según él) que los demás hacíamos de aquellos tubérculos, cuyo sabor era bueno sin excepciones (no como hoy). Así, mi padre, que solo aspiró a ser pinche de cocina con mi madre, se sentaba, cansado del trabajo, en una de las sillas de la cocina, y mientras conseguía cáscaras transparentes, daba conversación a mi madre sobre las pequeñas (o grandes cosas del día). En aquella pequeña cocina, sin encimera, de cacharros sencillos, se mantenía la ilusión de vivir cada día, gracias al plan de comida diario para cuatro hijos. Y cada plato, en aquellas difíciles economías, tenía su mérito.

Como la canción de Serrat, aquellas, estas pequeñas cosas nos tienen a su merced, y nos acechan detrás de la puerta o en un cajón. Herencias de cariño materializados en perfectos guisos sin desmayo por una pareja –mis padres- que se amaron y se respetaron hasta la muerte. Hoy, estos viejos utensilios decadentes entre tanto adelanto, traen a nuestro presente el trabajo en equipo para los demás, en el marco incomparable de una de tantas cocinas del mundo. Y por supuesto, nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve…

jueves, 14 de febrero de 2008

Mis queridas cucharas de madera


Hace ya algún tiempo, cuando en la peluquería acostumbraba a hojear el "Hola", recuerdo que una vez vi un reportaje hecho en el domicilio de Julio Iglesias, concretamente en su cocina. En ella, aparecían perfectamente colocadas no sé cuantas cucharas de madera, de todas las formas y tamaños. Desde entonces, no quise ser menos, y me dio por comprar cucharas, pequeñas y grandes, tenedores y paletas de madera, que iba encontrando en las tiendas de veinte duros.

Hoy me son absolutamente imprescindibles. Porque con ellas puedo remover lo que estoy cocinando con facilidad, sin añadir ni quitar sabor a los guisos, y además, sin arañar las superficies de los cacharros. Y lo que es más importante, añaden un toque clásico que contrasta con la moderna vitrocerámica. Por eso, os presento mi querida colección de utensilios de madera, que aunque baratos, son uno de mis mayores tesoros a la hora de cocinar. Como podéis ver, están más “quemados" que los de Julio.

De todos modos creo que el cantante no pasaba mucho tiempo entre fogones, a tenor de lo limpios y ordenados que aparecían. ¡Ah! Ya no leo el Hola en la peluquería. Cuando llego, sobre la marcha me dan el periódico del día. Con el tiempo me he vuelto menos frívola.

domingo, 10 de febrero de 2008

Con la Thermomix me rindo


Siempre he defendido que la Thermomix tiene un único defecto: su elevado precio. Por lo demás, todos son ventajas indudables, y sobre todo, que sirve tanto para los principiantes de la cocina, como para los profesionales de la hostelería; Los primeros confían a este invento la preparación de todos sus guisos; y en cuanto a los segundos, en más de una ocasión he visto a través de la puerta entreabierta de la cocina de algún buen restaurante, una Termomix preparando a sus anchas, las salsas y los sorbetes.

Tengo actualmente la última versión de este chisme, al que por cierto he sacado más partido que al anterior modelo. Yo lo uso en determinadas preparaciones, en alguna de las cuales, me ganó por goleada. Las croquetas son un ejemplo, que gracias a la Termomix aumentaron su calidad y dignidad. Otra faceta que admiro del robot es su capacidad y eficacia para cocer la verdura al vapor, que aconsejo a todos, pues de este modo, estos productos no pierden ninguna propiedad, así como para elaborar el pescado a la sal. Ambas preparaciones se realizan en la fuente que trae la Thermomix como anexo, llamada varoma. Sin duda alguna este invento hace bien todo lo que toca.

Hoy domingo, junto a un filete de pescado a la plancha, preparé un riquísimo puré de calabacines, de fina textura por sus ingredientes, pero sobre todo gracias a la Termomix. Me consta que este puré ha gustado mucho a niños que habitualmente no toman mucha verdura. Seguiremos hablando y daremos algunas recetas de este robot cocinero.