
Y una sopa fría tradicional de la primavera-verano es precisamente el gazpacho, que una vez que se empieza a tomar en las comidas (al menos de Andalucía), la gente se engancha a él de tal manera que lo incluyen en todos los menús, y así hasta el final de la temporada, coincidiendo con la vuelta de nuestras vacaciones y el propio agotamiento del tomate (nunca mejor dicho).

Hoy os presento un gazpacho poco convencional para el desfile de alimentos de la pasarela primavera-verano. Se trata de una “apuesta innovadora”, a ver si cae bien, me ponen de cursi o lo que es peor, de mamarrachera, que no se sabe que es peor. Me gustaría que disfrutárais no solo de éste, sino de los mil y un gazpachos posibles.
(Nota: el añadir pan al gazpacho tiene el inconveniente de que se estropea antes)
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